Visionado: ‘Boyhood’, de Richard Linklater. ‘El gran cazamomentos’

boyhood-cartel-5624

tres estrellas

¿Qué es la vida en nuestra cabeza sino una sucesión de momentos, casi de fotografías fijas, en forma de recuerdos y palabras? No hace falta una experiencia de esas cercanas a la muerte para darse cuenta de que, echando la vista atrás, casi todo lo que somos capaces de recordar no son largos diálogos ni secuencias, sino esta o aquella risa, una decisión que tuvo consecuencias hasta hoy mismo, una canción que para siempre quedó identificada con un primer amor, una frase que nos marcó dolorosamente. Y esa es la piedra filosofal de Boyhood, innecesariamente explicada en su subtítulo Momentos de una vida, cuando durante sus dos horas y media de metraje ya nos damos cuenta por nosotros mismos de que estamos ante un álbum familiar de recuerdos.

Richard Linklater es el gran cazamomentos de esta sencilla y agradable película, rodada durante 12 años conforme crecían sus propios actores, entre ellos su protagonista, Ellar Coltrane, desde su niñez hasta la puerta de la adolescencia a la juventud. No es la primera vez que el cineasta y guionista estadounidense experimenta de manera tan limpia y natural con el paso del tiempo. Ya en la trilogía que finalizó el año pasado con Antes del anochecer, sometió a nuestros amados Jesse (Ethan Hawke) y Celine (Julie Delpy) a una de las historias de amor más fabulosamente dialogadas del cine durante más de dos décadas de encuentros desde Viena hasta la Toscana italiana. En paralelo al rodaje de este tríptico romántico, fue acumulando momentos para Boyhood, que tan solo necesitó 40 días de rodaje en todos esos años.

Seguir leyendo

Visionado: ‘Las dos caras de enero’, de Hossein Amini. ‘Un thriller atormentado’

las_dos_caras_de_enero-cartel-5509

tres estrellas

Las dos caras de enero es una película que tiene que ver con aquellas personas que nos encontramos fortuitamente y, sin saber muy bien por qué, nos recuerdan a una tercera. Tiene que ver con ese extraño interés que, de repente, despiertan en nosotros aquellos que importaron algo, tal vez demasiado, en otros tiempos. Una puerta se abre en la memoria y conectamos con sentimientos enterrados, con antiguas pasiones que un día se apagaron, con rencores que creíamos haber dejado atrás. Sin embargo, un rasgo familiar, una mirada que se cruza, un gesto inconsciente bastan para avivar antiguos fantasmas. Como si quisieran decirnos algo, insistiendo en alterar nuestra calma y, tal vez, nuestra vida.

Algo así es lo que le ocurre al protagonista de este film, Rydal (Oscar Isaac), cuando conoce a Chester MacFarland (Viggo Mortensen) y a su atractiva mujer (Kirsten Dunst), dos americanos de vacaciones en Atenas. Chester, un estafador de altos vuelos, guardará para él un enorme parecido con su padre, algo que sacudirá la tranquilidad emocional que había logrado alcanzar en su ‘exilio’ en Europa. El viejo continente le había acogido tras romper con su familia y, en especial, con un progenitor con el que mantenía una tormentosa relación. En Grecia, Rydal será testigo de cómo Chester intenta deshacerse del cadáver de un hombre contratado por un grupo de acreedores que le reclaman mucho dinero. Un dinero amasado a través de una serie de negocios dudosos. Unas décimas de segundo le bastarán a Rydal para tomar la decisión de ayudarle.

Seguir leyendo

Más que mil palabras: ‘La vida privada de Sherlock Holmes’, de Billy Wilder (1970)

Por

La vida privada de Sherlock Holmes- “Holmes, permítame una pregunta. No quisiera parecer indiscreto pero, ¿ha habido mujeres en su vida?”

– “La respuesta es sí: me parece usted indiscreto”.

El doctor Watson (Colin Blakely) pregunta a Sherlock Holmes (Robert Stephens) en La vida privada de Sherlock Holmes.

 

Diego Cobo Ilustración: 

 

Píldoras cinetarias: ‘Ambiancé’, ¿la película más larga de la historia?

file_20140826110804

Hablar, así sin más, de la película más larga de la historia, es algo relativo. En una época en que muchos cinéfilos nos hemos convertido también en súbditos del magnífico reinado de las series, resultaría tendencioso no considerar esas maravillas de la televisión como grandes y extensas películas. Pero aún así, es cierto que Ambiancé, el proyecto que prepara el artista multimedia sueco Anders Weberg, no está dejando a nadie indiferente. Otra cosa es que la curiosidad que despierte sea más antropológica que cinematográfica.

De momento, su carta de presentación ya está suponiendo una promoción en sí misma: una película experimental de 720 horas de duración, cuyo estreno está previsto para 2020 y que se mostrará una sola vez en todo el mundo. Será proyectada en internet de manera sincronizada, con una duración de 30 días, para luego ser destruida, y contará con un tráiler de siete horas y 20 minutos dentro de dos años, y otro de 72 horas en 2018.

Anders-Weberg-autorul-celui-mai-lung-film-din-istorie

Dicho así, suena más excéntrico que otra cosa. El artista sueco parece mucho más interesado en cuantificar su duración que en la calidad de la historia, que debido a esa etiqueta de “experimental” parece ya contar con carta blanca para poder realizar cualquier tipo de mamarrachez. Es cierto que el cineasta sueco dice no estar interesado en el récord. De hecho, en varias ocasiones ha hecho hincapié en su argumento, de corte autobiográfico, sobre la relación del artista con su hijo de 21 años que falleció hace unos meses de sobredosis.

Por eso tampoco es que queramos adelantarnos a su visionado con años de antelación, pero es que hace dos meses Weberg ya difundió un adelanto de 72 minutos, del cual conseguimos ver un cuarto de hora antes de chequear nuestra conciencia crítica sobre la creatividad audiovisual. Con el tiempo, iremos conociendo más detalles sobre este proyecto, y confiamos en que que su autor y promotores encuentren una forma de que no suene tan a mercancía abstracta y rezume más amor al cine en su millonada de fotogramas.

El primer adelanto de la película, extraído de su página web:

Disección: ‘Mystic River’, de Clint Eastwood. ‘A veces un hombre es solo un niño’

mystic-river-poster

A VECES UN HOMBRE ES SOLO UN NIÑO

PANORÁMICA: En 2003, febrero se puso de luto en Houston. El transbordador ‘Columbia’ se desintegró apenas segundos antes de aterrizar. Sus siete tripulantes desaparecieron al entrar en contacto con la atmósfera por culpa de una negligencia de la NASA. Y es que en ese año muchos sueños tocaron a su fin y Estados Unidos ejerció su imperio protagonizando titulares bélicos. Bush hizo la guerra a Irak a su antojo, contando con la triste comparsa del Reino Unido y España e ignorando el rechazo de la ONU y de una amplia población mundial que clamó contra la injusta campaña bélica. La guerra se resolvió en cinco días, pero incontables fueron y siguen siendo sus víctimas. Por su parte, Bin Laden y los suyos siguieron aterrorizando al planeta con sus atentados en diversos puntos donde se ubicaron objetivos occidentales. La famosa ‘Hoja de ruta’, que iba a dirigir a los pueblos palestino y judío hacia la paz quedó en papel mojado. Los atentados no dejaron de sucederse y en Cisjordania, un muro continuó ‘creciendo’ para paralizar cualquier atisbo de convivencia. El enigma del ADN quedó aparentemente resuelto: unos científicos lograron la secuenciación completa del genoma humano. Y en España, la tragedia tuvo nombre propio: 62 militares dejaron sus vidas en un fatal y mal gestionado accidente aéreo en Turquía. Aunque también hubo tiempo para las buenas noticias. El llamado ‘Asesino de la Baraja’ se entregó en una comisaría de Puertollano y Almodóvar volvió a alcanzar la gloria al hacerse con un segundo Oscar por el guión original de la fabulosa Hable con ella.

niños

EL MEOLLO: Tres niños juegan al hockey en una calle de una barriada de Boston. Cuando la pelota se cuela por una alcantarilla deciden entretenerse grabando sus nombres en el cemento todavía húmedo de una baldosa de la acera. Jimmy y Sean (futuros Sean Penn y Kevin Bacon) así lo hacen, pero mientras Dave (futuro Tim Robbins) todavía no ha escrito la segunda letra del suyo aparece un supuesto policía que les increpa su acción y obliga a este último a subir al coche. Ocurre algo espantoso, algo que conmociona al barrio y que marca la vida de Dave. Muchos años después, las vidas de los tres volverán a cruzarse por el asesinato de la hija adolescente de Jimmy, cuya investigación recae en el ahora policía Sean. El paso del tiempo, las dudas inconexas, las fatales coincidencias, la interpretación propia de los actos ajenos, los traumas de la niñez y un destino malparado harán que la pérdida de la inocencia quede suspendida en un interrogante eterno, en una imposible vuelta atrás. El gran Clint Eastwood abrió las siete llaves del baúl donde había atesorado todas sus grandes inquietudes sobre la moral y la justicia cuando hace más de diez años rodó esta adaptación de la novela de Dennis Lehane. Sombría, conmovedora, tramposa y emocionalmente contenida y afilada, su asombroso reparto y una dirección entregada por completo al sufrimiento del espectador, la convirtieron en una de las obras maestras del nuevo siglo y de toda la filmografía del cineasta norteamericano.

Clint EastwoodDETRÁS DE LA CÁMARAS: El viejo Frankie Dunn nos sacudió el alma cuando le dijo aquello de “Mi hija, mi sangre” (“Mo Cuishle”) a la moribunda Maggie en Million Dollar Baby. Aquel fue un instante cinematográfico tan brutalmente intenso y bello que supimos reconocer en él al genio, a la obra maestra, ese momento fugaz, inolvidable que sólo unos pocos artistas saben alcanzar. Aquella fue una película sobre boxeo, que parecía aburrida, pero que tuvo la astucia suficiente como para hablar de la humanidad que hay en la muerte. Y es que “El hombre sin nombre” de la Trilogía del Dólar (Sergio Leone), es hoy uno de los cineastas que mejor sabe retarnos con cada una de las películas que crea. Las plantea como un desafío para nuestra conciencia, un derechazo impío para nuestras emociones. Porque nadie como Clint Eastwood sabe meternos en auténticos berenjenales morales, en historias perdidamente amargas o románticas, en narraciones crudas y vigorosas que nunca pierden la calma. Si el héroe del spagueti-western era un tipo de silencios, el cineasta le sigue la huella porque el estilo de Eastwood es así, como ‘El Sucio’, de pocas palabras y apenas detalles, con personajes que cobran vida en la imaginación del espectador (pues se merecen un respeto) y de tomas que aspiran a ser únicas. “Otros ruedan muchas por la falta de confianza en lo que quieren”, fanfarronea el viejo Eastwood.

Debutó como director en 1971 con Escalofrío en la noche. Sorprendió al mundo con la biografía de Charlie Parker en Bird (1988); hizo que nos estremeciéramos mirando por un retrovisor en la romántica Los puentes de Madison (1995) y sobrevivió magistralmente a la muerte del western en Sin perdón (1992). Pero además, el fino sentido del humor de Eastwood se superó y perfeccionó el acento cínico para retratar a las gentes de Savannah. Aquella proeza la hizo en la fabulosa Medianoche en el jardín del bien y del mal (1997). Cartas desde Iwo Jima (2006) nos sumergió en un laberinto de túneles nipones para dejarnos al descubierto las atrocidades de la guerra y pasamos al bando contrario, al norteamericano, para cuestionar la épica de papel que hay tras la propaganda bélica (Banderas de nuestros padres). En los últimos tiempos, a pesar del maquillaje, logró atrapar, en todas sus dimensiones a una de las figuras clave de la historia norteamericana, Hoover, en J. Edgar, y supo sacarle partido a una anécdota histórica, un Campeonato del Mundo de Rugby donde descubrimos la grandeza de Nelson Mandela en Invictus. A la espera del estreno de American Sniper, la última película de Clint Eastwood, el cineasta está decepcionando con Jersey Boys, la biografía de Frankie Valli y su mítica banda The Four Seasons. Ha habido quien se ha preguntado qué se le ha perdido al director en un musical. Probablemente nada, pero por qué no probar. No todo el mundo tiene 84 años a sus espaldas, una carrera valiente y una creatividad que no se puede contener. Como él mismo dice, por si acaso, “nunca dejo entrar al viejo en casa”.

Seguir leyendo

Visionado: ‘10.000 Km’, de Carlos Marqués-Marcet: ‘Magistral sobredosis de distancia’

10_000_km-cartel-5473

cuatro estrellas

Un plano secuencia inicial de casi 25 minutos, el más largo de la historia del cine español, es la carta de presentación de esta ópera prima del joven Carlos Marqués-Marcet, que arrasó en la última edición del Festival de Cine de Málaga. En ese transcurso de tiempo nos relata una mañana de domingo de la pareja formada por Alex y Sergi: una escena de sexo, un deseo de embarazo, dos duchas, la llegada de un correo electrónico, dos desayunos, una duda, una discución y una decisión. A lomos de un realismo maduro y cotidiano, el director se desplaza entre los rostros de ambos para abrirle la puerta a aquello que trastocará sus vidas: ella acepta una oferta para trabajar en Los Ángeles durante un año. Doce meses. 365 días.

Sin embargo, 10.000 Km es mucho más que ese experimento naturalista del principio. Es la demostración de lo lejos que se puede llegar con muy pocos recursos, y sobre todo, de la gran diferencia (aunque a veces parezca casi inapreciable) que existe entre lo cutre y lo profesionalmente modesto, recordándonos a la fabulosa Stockholm, de Rodrigo Sorogoyen. Marqués-Marcet apuesta por jugar con las elipsis temporales y marcar el ritmo a través de los días que los dos protagonistas pasan separados, haciendo magia con las pantallas de dos portátiles, conectando a los dos amantes a una conmovedora relación por Skype, y generando en el espectador una magistral sobredosis de distancia que curiosamente hace más cercana la película, y a nosotros más cómplices de ese no poder tocarse que les irá matando poco a poco.

Seguir leyendo

Visionado: ‘El sueño de Ellis’, de James Gray. ‘El pecado de sobrevivir’

el_sueno_de_ellis-cartel-5508

tres estrellas

“¿Acaso es pecado intentar sobrevivir?” Como una certeza indecente se cuela la pregunta en la conciencia de Ewa (Marion Cotillard), una inmigrante polaca que llega a Estados Unidos en los años 20 junto a su hermana Magda, con el hambre de ‘nuevo mundo’ del que huye de la miseria. Sin embargo, en las puertas del ‘Paraíso’, la Isla de Ellis, se da de bruces con la realidad. Su hermana es retenida y puesta en cuarentena por tener tuberculosis y ella, abandonada, desorientada, solo encuentra acceso a la Tierra Prometida por la puerta de atrás. Cayendo en manos de un extraño proxeneta sin alma,  Bruno (Joaquin Phoenix). Un hombre taciturno, ‘perdido’ que venderá el cuerpo de Ewa con una indiferencia tan brutal como la obsesión con la que se enamorará ella.

El director de El sueño de Ellis, James Gray,  no cayó en la tentación. En la película, el momento histórico, la denuncia social tan lejana y cercana a nuestros tiempos queda en un segundo plano. En cualquier otra película hubiera sido fascinante e imprescindible su desarrollo, pero El sueño de Ellis se traía entre manos otro tipo de historia. Una historia más intimista y emocionante que se hubiera perdido en un proyecto más ambicioso, en una narración más universal. De este modo, la tortuosa y compleja relación de dependencia que se establece entre los protagonistas se apodera del primer plano y eclipsa cualquier momento de respiro, cualquier instante de paz en los personajes. Y esa es su mayor virtud.

Seguir leyendo