Visionado: ‘Grace de Mónaco’, de Olivier Dahan: ‘Que el mito descanse en paz’

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una estrella

Aterrizamos en Mónaco en los años 60, momento en el que Francia y sus ansias expansionistas amagan con anexionar el Principado a su territorio. Por aquel entonces, Grace Kelly llevaba algunos años casada con Rainiero III e intentaba volver a Hollywood, pero a hurtadillas, a espaldas de su pueblo y de su marido. Y con la complicidad de un Alfred Hitchcock menos interesado en su regreso que lo que esta película quiere subrayar. Con estos mimbres, que bien pudieron valer para realizar una película entretenida, Olivier Dahan, director del fantástico biopic de Edith Piaf La vie en rose, intenta relatar un episodio biográfico de la maravillosa actriz norteamericana, que no despierta ningún interés.

Gracia de Monaco es ya una madre de familia que pretende hacerse a la vida de soberana y permanece alejada de todo cuanto había logrado por sus propios méritos. Además, comparte palacio con un marido ocupado y muy centrado en gobernar un país de opereta. (Por cierto, ¿qué demonios hace Tim Roth en la piel del anodino Rainiero?) Nos sitúa, en definitiva, a una Grace Kelly, carne de cañón para una crisis existencial de tipo vip. Sin embargo, cualquier asomo de conflicto emocional en la película pasa prácticamente inadvertido. Sencillamente, porque a nadie al frente de la producción le ha interesado lo más mínimo trabajar un poco el material dramático que tenía delante. Era más fácil recrearse en el glamour de una época, en un escenario y unas gentes que vivieron un momento de esplendor.

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Visionado: ‘Mandela. Del mito al hombre’, de Justin Chadwick. ‘Estrecho biopic para un gran hombre’

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tres estrellas

Fue probablemente una de las figuras políticas y humanamente más admirables del siglo XX. Un líder, una suerte de mesías moderno para un continente castigado por las consecuencias del ambiguo y cruel colonialismo de Occidente, un hombre hecho a sí mismo a base de muchos sacrificios personales y sufrimiento, castigado injustamente y elevado después a lo más alto por los mismos que casi propiciaron su muerte en vida. Por ello, siempre partiremos del hecho de que Nelson Mandela, incluso después de muerto, será más grande que cualquier libro, película o ensayo que se realice sobre su biografía.

Sin embargo, y al igual que ha sucedido con otras grandes figuras de nuestra más reciente historia, como Mahatma Gandhi o Martin Luther King, son pocos los complejos de aquellos productores cinematográficos que ven el filón de la taquilla mundial cuando todavía resuena el último suspiro de quien también demuestra ser mortal. Y aunque en el caso de Mandela. Del mito al hombre se trata de una producción británica y sudafricana, muy lejos del gafe de Hollywood con todos aquellos biopics que traspasan sus fronteras, la película no deja de ser una antología de buenas intenciones donde apenas se reconoce a Madiba debido a la carencia de todos esos matices y detalles que enriquecieron su legado político y su construcción humana como líder masivo y mensajero de la tolerancia, el pacifismo y la libertad.

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Visionado: ‘Dallas Buyers Club’, de Jean Marc Vallée. ‘Aunque no dé tiempo a vivir’

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cuatro estrellas

Hay cuestiones que hoy en día parecen tan olvidadas y tan poco tituladas en la prensa que es como si no existieran. Cuando en la década de los 80 del siglo pasado, esa enfermedad denominada SIDA comenzó a propagarse en Estados Unidos, una neurosis colectiva recorrió a una sociedad que se consideraba avanzada y alejada de cualquier mal del mundo. En medio de tal estado de histeria mental, de desconocimiento y estigmatización, un hombre de mediana edad llamado Ron Woodroof, electricista de Texas drogadicto, homófobo y competidor de rodeo, al que le fue diagnostico el virus del VIH durante esa época, decidió darse a sí mismo un Plan B antes de morir.

Su historia, la memoria de sus últimos años de vida, es la que cuenta Dallas Buyers Club, este gran drama del cineasta canadiense Jean-Marc Vallée que eligió a Mathew McConaughey para quitarle las cachas hasta rozar el raquitismo y regalarle el mejor papel de su vida. Porque hablamos de toda una película-personaje, un filme que gira en torno a su protagonista desde su inicio descarnado de pozos con mucho fondo, hasta el triunfo de su santísima voluntad: encontrar en el tráfico ilegal de medicinas alternativas una dosis que aumentara su esperanza de vida.

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Visionado: ‘Crónicas diplomáticas’, de Bertrand Tavernier. ‘Una comedia para tomar en serio’

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tres estrellas

Sin lugar a dudas la mayor sorpresa que reserva Crónicas diplomáticas es la capacidad que tiene la película para tomarse en serio a sí misma, pero echándose unas risas. Es decir, es una cinta que tiene un punto de disparate despreocupado y surrealista y, sin embargo, en ella todo parece responder a una cuidada planificación cómica que intenta buscar la identificación con la realidad del enorme aparato burocrático del  llamado Estado.

Tiene como epicentro a un personaje hilarante por su elevada simpleza. Se trata, ni más ni menos, que del ministro de Asuntos Exteriores francés, interpretado con alegría y brillantez por Thierry Lhermitte. Es un tipo que se siente llamado por el destino para liderar grandes gestas diplomáticas, aunque la actualidad política mundial se le quede corta. Un pedante que hace gala de su incultura, se pierde en un laberinto de pensamientos abstractos, frases hechas y esnobismos de medio pelo. Más que caricaturesco, que lo es, resulta un divertidísimo boceto perfilado para reconocer en él rasgos de muchos de los tipos que ocupan el primer plano de la vida pública. A su alrededor, giran sus satélites: una corte de asesores a cual más peculiar, real y estrambótico.

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Visionado: ‘La red social’, de David Fincher. ‘Ironías que superan la ficción’

 

cuatro estrellas


Aquí una muestra de cine en estado puro. La sensación de mal sueño propiciada por la fotografía, la expresividad de los rostros impulsados, agotados, derrotados, la alternancia de encuadres que nos cuentan la emoción de la competición y la frustración que se avecina. Aunque, por encima de todo, la sabia elección de la pieza musical (In the hall of the mountain King, de Grieg) para marcar el ritmo burlón de la secuencia que nos redondea la metáfora.

 

Los protagonistas de la escena son los hermanos gemelos Winklevoss. Estos buenos ejemplares de la genética privilegiada, jóvenes trabajadores, responsables y caballeros de una orden trasnochada, fueron los que supieron encontrar la gallina de los huevos de oro. Sin embargo, el talento rentable en tiempos de los creative commons hay que buscarlo en otra parte. Ante la duda, recuerda: coge la idea, corre y da el salto a la red.