Visionado: ‘Birdman’, de Alejandro González Iñárritu. ‘Pájaros en la cabeza’

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tres estrellas

Es una fórmula que no falla. Un cineasta de culto rescatando del ostracismo a un actor ya entrado en años para mostrarlo decrépito, decadente y sincero. La última vez que este sistema nos fascinó fue con Micky Rourke a las órdenes de Darren Aronofosky en El Luchador, y aunque en Birdman el mexicano Alejandro González Iñárritu va incluso un paso más allá con Michael Keaton, ya que parece contarnos buena parte de su verdadera historia, no nos ha acariciado el corazón como aquella. Quizás porque todo el mundo parece haberse puesto de acuerdo en que se trata de una obra maestra de la comedia, cuando nosotros solo vemos a su director huyendo del fabuloso dramatismo de su filmografía anterior con un sentido del humor que, sin embargo, le sigue saliendo amargo, y con un resultado irregular, impostado y algo frío.

Cuatro guionistas, incluido el propio Iñárritu, son los autores de la historia de un actor en horas bajas, famoso por haber interpretado a un superhéroe cinematográfico durante años, que intenta resurgir de sus cenizas sacando adelante nada menos que en los escenarios de Broadway la adaptación teatral de una obra de Raymond Carver. Acosado por las contrariedades que se van sucediendo antes del preestreno, rodeado de personas con serias turbulencias emocionales y martirizado por la voz de su pajarraco interior, Riggan Thomson (Keaton) se regodea en una caída en picado que encuentra su mejor virtud en un falso plano-secuencia que dura toda la película, trucado en barridos, puertas que se abren y cierran, y miradas al cielo. Un revolucionario método de rodaje que se convierte en lo mejor de la película junto con la fotografía de ese genio llamado Emmanuel Lubezki ‘Chivo’.

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cuatro estrellas


Conmovidos hemos quedado con el retrato que el director mexicano ha vuelto a hacer de un nuevo descenso a los infiernos. En su primera aventura sin el guionista Guillermo Arriaga, con el que rompió tras Babel, no echamos en falta nada del aura de sus anteriores películas. Más cercana a 21 gramos y Amores perros en sordidez, asfixia y redencionismo, en esta ocasión la película gira prácticamente en su totalidad en torno al protagonista, abandonando la estructura coral. La interpretación de Javier Bardem va más allá de lo calificable, en su encarnación de un hombre roto, con un don que le atormenta, una moral llena de aristas, una vida miserable y una cuenta atrás inapelable. Y si existiera un Óscar a la “mejor ciudad-escenario”, tendrían que dárselo a Barcelona, a la versátil y asombrosa Barcelona.
 
La crítica ha castigado a Iñárritu en esta ocasión porque, afirman, cuenta todo de la misma manera. No entendemos. Es como dejar a una novia porque sigue siendo la misma de la que te enamoraste. ¿O no?