Visionado: ‘Blue Jasmine’, de Woody Allen. ‘Retrato mordaz de una perdedora’

cuatro estrellas

Jasmine es una perdedora envuelta en alta costura. Adicta a los paraísos artificiales en cápsulas, se trata de una mujer clasista y con clase, por obra y gracia de una ‘genética inventada’. Alguien que lo tenía todo, pero se quedó con lo puesto: su dignidad’, algo escueta, que desentona en el San Francisco de la clase media baja, su nuevo hogar. Millonaria arruinada, se ve obligada a vivir junto a su hermana, una mujer con dos hijos que se gana la vida, como puede, siendo cajera de supermercado. Desterrada de su pasado privilegiado en Manhattan, Jasmine se encuentra en plena caída, en una decadencia originada por la mala suerte o porque quiso ser miope y no mirar más allá de su ombligo.
Esta Jasmine, tan bien retratada por el genial Woody Allen, es la protagonista de su última película, una cinta que no es un drama al uso, tampoco una comedia al más puro estilo de la casa, pero sí un largometraje elegante, mordaz y emocionalmente inquietante sobre una mujer traicionada que intenta remontar su vida en plena espiral de autodestrucción.
A Jasmine no se la llega a compadecer. Aunque ande un poco desequilibrada, tampoco avergüenza, pero lo cierto es que aunque su tragedia se encuentre algo alejada de la del común de los mortales, es inevitable sentirse, en algún momento, identificado con ella de una manera extraña. Como si pudiéramos imaginar perfectamente que, en su pellejo, habríamos vivido toda su odisea, dejándonos llevar, desesperándonos  y reaccionando exactamente como lo hizo ella.
Más allá de esta proyección visceral, lo cierto es que, antes, hemos estado durante hora y media sumergidos en una intriga donde Allen ha sabido dosificar con maestría la tensión. Y lo ha hecho brindándonos unos flashbacks que han sabido alimentar la curiosidad de los espectadores ávidos por conocer qué fue de la  vida, en alta sociedad, de Jasmine y por qué cayó en desgracia.
Blue Jasminees una película de Woody Allen y al mismo tiempo, algo extranjera dentro su cine. Como en sus grandes obras maestras, cuenta con un guión prodigioso, que explora el alma atormentada de la protagonista, llena de angustias y depresión, de excentricidades y neurosis cómicas, pero no se regodea en el sentimentalismo barato.  Más bien parece interesado en dejar abiertos grandes interrogantes sobre su personalidad y sobre los rasgos esquemáticos de aquellos que le ayudaron a ‘destruir’ o ‘desmontar’ su historia. Interrogantes que irán cerrando filas en torno a un desenlace sorprendente donde volvemos a reencontrarnos con las constantes vitales del cine del realizador.
Quizás lo que peor funciona de la película es algo que en otros filmes de Allen ha resultado ser un gran acierto, nos referimos al perfil de los secundarios. Como el personaje que hace de contrapunto de la protagonista, su hermana, una mujer paciente, de buena madera que tiene la ‘maldita’ costumbre de ser feliz con los pobres diablos con los que se enrolla. El carisma arrollador de Jasmine eclipsa, como en la ficción, a un personaje que, aunque tiene sus momentos de gloria, queda más allá del segundo plano.
Por supuesto, no se podría cerrar este comentario sobre Blue Jasmine sin hablar de la interpretación de una Cate Blanchett monumental, maravillosamente abrazada a un personaje con el que podría haber caído en desgracia, es decir, en el cliché más absoluto de los personajes neuróticos del universo Allen. Blanchett, sin embargo, ha comprendido la singularidad de Jasmine y le ha dado vida con una generosidad y una entrega artística apabullantes.

En plano fijo: Pollack amó a ‘Tootsie’

El gran Sidney Pollack inició las grandes aventuras sobre el sueño americano de los años 80 con esa inolvidable comedia llamada Tootsie. Como ya hiciera Billy Wilder en Con faldas y a lo loco, el travestismo se hizo necesario para perseguir el objetivo final, y con ello convirtió a Dustin Hoffman en todo un icono del cine.

Enamorado de su criatura, Pollack, fallecido hace ya cinco años, dejó que un día sus ojos le delataran, amando a la pudorosa y adorable Dorothy.

Píldoras cinetarias: Tolkien, usted es el siguiente

 
La fiebre de los biopics no cesa. En la era de la documentación masiva, donde prácticamente cualquier persona puede acceder a información de primera mano de sus mitos, no hay persona ni personaje, vivo o muerto, a salvo de ser resucitado o revisado por las manos temerarias del séptimo arte. 
 
Sin que todavía hayamos terminado de disfrutar de la adaptación cinematográfica dosificada de , y a un mes del estreno de la segunda parte, , Fox Searchlight han anunciado la puesta en marcha de una película sobre la vida de J.R.R. Tolkien, bajo el muy original título de Tolkien.
 
El cineasta y escritor irlandés David Gleeson, experto en las lides del genial escritor británico (aunque nacido en Sudáfrica), se ocupará de escribir el guion, centrado en los momentos más importantes de la juventud del autor de El señor de los anillos, como sus años en la universidad o su dura experiencia en la Primera Guerra Mundial. 
 
Todavía no hay director ni actores en las quinielas aunque seguramente no tardarán mucho en posicionarse y en iniciarse la rumorología en torno a un proyecto que, esperamos, capte la esencia de este gran hombre de las letras y de los grandes mundos que creó, y no se limite a especular y fantasear con detalles de su vida.
 
A continuación, en inglés, una entrevista a Tolkien en 1968 donde desentraña aspectos muy curiosos de su obra. Aparece enlazada con otra a su nieto, Adam Tolkien, realizada en 2007:
 

Píldoras cinetarias: si las películas procrearan, parirían estos carteles

 
Hay películas que nunca emparejaríamos ni aunque nos lo propusiéramos. Por sus contextos diferentes, por su filosofía y hasta por su particular estética. Pero para eso está la imaginación de los que tienen una visión de la historia del cine mucho menos segregadora que la nuestra, y crean esos denominados mashups (combinaciones) que tanto circulan por las redes.

Es el caso de los chicos de World Wide Interweb, que han reunido un total de 50 mezclas de carteles de cine, de dos en dos, no solamente en imágenes sino también en el título de las mismas. 
 
El resultado es la divertidísima colección Si las películas procrearan… de la que os dejamos una selección a continuación. Como es obvio, la que encabeza este post es la mezcla de El padre de la novia y El Padrino. La serie completa puede visitarse en este enlace de la web de Cinemanía.
Harry El Sucio (Dirty Harry) + Harry Potter = Dirty Harry Potter
Madagascar + El precio del poder (Scarface) = Magadascarface
Tiburón + La Sirenita = Tirubón contra La Sirenita
El silencio de los corderos + El señor de los anillos = El silencio de los anillos
Dentro del laberinto (Labirynth)  + El laberinto del fauno = Dentro del laberinto del fauno
El Rey León + El discurso del Rey = El discurso del Rey León
Batman + Bitelchús (Beetlejuice) = Bitelbat (Beetlebat)

En plano fijo: ¿de qué se ríe Bob?

A principios de los años 90, David Lynch, uno de los cineastas más peculiares y fieles a sí mismo del séptimo arte decidió poner marcha su proyecto soñado para la televisión. Twin Peaks fue toda una revolución, y el inicio de multitud de homenajes que seguirían el rastro reconocible de esa imborrable pregunta: “¿Quién mató a Laura Palmer?”.
 
Un recuerdo para sus más de dos décadas de vida: durante un momento del rodaje, los actores Michael Ontkean (el sheriff del pueblo donde se investiga el asesinato), Frank Silva (sonriente Bob, el ente maléfico, la encarnación del mal) y el propio Lynch intercambian sus impresiones:

Visionado: "Jobs", de Joshua Michael Stern. "Biopic sin vida"

dos estrellas

Frente a otro tipo de géneros, los biopics cuentan con el aliciente añadido de recrearnos la vida, obra y milagros de un personaje al que se le presupone el don de despertar cierto interés entre el público. Sin embargo, no por ello el cineasta que intenta resucitar para la gran pantalla a un contemporáneo o a un ‘muerto ilustre’ tiene todos los ases en la manga para lanzar una película de calidad. Ni siquiera cuando el tipo en cuestión es una especie de héroe americano, de aquellos que se han  hecho a sí mismos,  y con un lado oscuro inquietante.

En este caso, Jobs aburre y las principales peripecias biográficas de su protagonista conectan con el espectador a través de una emoción fría. Más que un cineasta creando una obra, Joshua Michael Stern parece un notario que da ‘Fe’ de los diferentes acontecimientos que registran una vida y una carrera empresarial de éxito. Así, con este tono de educado cronista, nos muestra a Steve Jobs en vísperas de iniciar su carrera, en su condición de joven indómito que no se somete a ninguna regla de juego. Seguiremos junto a él en diferentes momentos esenciales de su vida/empresa como la presentación pública del iPod, pasando por los diferentes altibajos de su trayectoria, como el momento en el que fue ‘expulsado’ de su propia compañía. El clímax llega junto a su regreso triunfal a Apple donde el Jobs seguirá revelando al mundo  nuevos ingenios tecnológicos
El film nos presenta la visión empresarial de Steve Jobs, su apuesta por la innovación como dogma de Fe irrenunciable y nos deja a la intemperie su personalidad traicionera, incapaz de vincularse emocionalmente a ningún ser humano y, en muchas ocasiones, de guardar un mínimo respeto a parejas, colegas, subalternos y amigos. (Incluso ‘vendió’ a su inseparable, Steve Wozniak, el artífice del primer ordenador personal de Apple).
Cuesta mucho comprender como Matt Whiteley, guionista del film, y Stern no han sacado más partido de un hombre tan aparentemente ‘inerte’ y complejo como Jobs en su vida personal, una persona que tan sólo parecía comprometido con su condición de visionario condenado a pasar a la Historia. Pero es así. La película flojea sin remedio, a pesar de los esfuerzos meritorios de un Ashton Kutcher al que se le nota enamorado del personaje, pero incapaz de lograr comunicar de una manera creativa ese sentimiento. ¿Resultado de un guión flojo?, ¿demasiada veneración hacia un ‘genio’ al que el actor compara con el mismísimo Da Vinci?
Estamos de acuerdo con el cineasta y con su vocación de resultar honesto ante la biografía de Jobs. No hacía falta montar una historia épica en torno a él que engrandeciera su figura para bien o para mal, ni dar pábulo a todas las leyendas que circularon en torno suyo, sin embargo, a la película le sobra formalidad y le faltan esos pequeños detalles que dotan de humanidad al personaje. Como la pose arrogante e infantil del Zuckerberg al que dio vida cinematográfica un David Fincher rabiosamente creativo, a la hora de narrar las grandezas y miserias de otro de los iconos de la globalización tecnológica.
Esta es una película que pasará sin pena ni gloria y que, en muchos casos, está consiguiendo lo impensable: defraudar de la misma manera a los incondicionales de la factoría Apple y a los tipos que se acercan con morbosa curiosidad por primera vez al personajeNo sería de extrañar que Steve Jobs anduviera inquieto en su tumba por aquello de que su paso a la inmortalidad, en la Gran Pantalla, ha sido de lo más discreta. Seguramente hubiera preferido menos honestidad y más ‘diseño’ en torno a su retrato.