Hay poco que hacer cuando ni la emoción sustituye al miedo. Si encontramos un caso de esos en los que una película sabe mantenerse en esa cuerda floja, tambaleándonos entre la indecisión de gritar de espanto o el deseo de llorar de tristeza, es que esa diferencia no está marcada y por lo tanto el embaucamiento y la sugestión son más que efectivos en nuestra psique. Purgatorio lo intenta. Lo intenta con todas sus fuerzas y hasta el final parece que incluso se canse de intentarlo de tant0 humo recubierto de intensidad con el que avanza por cada fotograma. Su visionado en una suerte de muerte en vida, como una curiosa metáfora de su historia.
Su director, Pau Teixidor, que debuta en el largometraje con este thriller psicológico tras su cortometraje Leyenda, la presentó en el último Festival de Málaga, donde tuvo una estupenda acogida que después no parece haber tenido un respaldo paralelo en la taquilla. Pensamos que, mafias de distribución y lobbies aparte, se trata de una historia sobrenatural que busca, sin éxito, convertir sus modestos recursos económicos en una carrera de fondo hacia la inmensidad agobiante de Jaume Balagueró o las claustrofobias kafkianas de Roman Polanski.