LA CONDENA DE UN PERDEDOR
“El Sueco” (Burt Lancaster) hace tiempo que aceptó su destino. Espera tumbado en la cama el momento en el que le van a quitar de en medio. Un conocido le acaba de avisar de que vienen a matarle, pero él no se mueve, no hay nada que hacer. Ya nada le importa. Algo que ocurrió tiempo atrás le arrebató las ganas de vivir. Y aquello no fue tan sólo una torpeza por la que ahora tenga que pagar. Al poco tiempo, una puerta se abre con violencia y de la oscuridad surgen los rostros de dos matones que se iluminan mientras descerrajan una ráfaga de metralla sobre el cuerpo sólido de “El Sueco”. Los asesinos desaparecen y, en el siguiente plano, los últimos instantes de una vida, agarrados a una mano moribunda, se aferran a la pata de una cama hasta que se desvanecen.
Pocos momentos de emoción han logrado dejar sin aliento a los espectadores como el desconcertante comienzo de Forajidos (The Killers). Un inicio basado en un relato de Ernest Hemingway, que da paso a la historia de un perdedor y su condena. Y es que esta obra de arte, del maestro del cine negro Robert Siodmak, es una de esas películas que creen en el destino. En un destino inexorable y urdido a base de flashbacks que tienen el aire claustrofóbico de una tela de araña donde los personajes acaban encontrando su perdición.
De la misma manera que Orson Welles (Ciudadano Kane) y tantos otros cineastas construyeron las historias de sus protagonistas a base de los relatos de aquellos testigos que pasaron por sus vidas, Siodmak hilvana la trama de Forajidos con los más variados e interesantes recursos. Así, el relato en primera persona de un viejo amigo, el improbable delirio de un moribundo, la declaración cínica y tramposa de una superviviente y la lectura de una crónica periodística forman parte del entramado de secuencias que hacen avanzar la acción y, sobre todo, retratan la pasión fatal que siente el protagonista hacia la mujer equivocada. Una mujer arrebatadora con el rostro increíblemente bello y felino de Ava Gardner. La variedad de relatos le da un dinamismo y una originalidad a la película pocas veces vistas en la gran pantalla.
De este modo, Forajidos cuenta la investigación que emprende un astuto inspector de seguros, Reardon (Edmond O´Brien) sobre el asesinato de Ole Andersen, “El Sueco”. Es uno de los clientes de su compañía que legó todo su dinero a una anciana camarera de un hotel que le salvó de un suicidio. Investigando en su pasado, descubre que es un antiguo boxeador, en una perpetua mala racha, que acaba dando con sus huesos en una banda de criminales. Junto a ellos, “El Sueco” descubre a una ‘mujer fatal’, más buscavidas arrastrada que pérfida (Ava Gardner), que le enamorará hasta hacerle perder el juicio.
Forajidos cuenta con secuencias magistralmente elegidas, perfectamente retratadas con economía de recursos cinematográficos y desarrolladas con unos diálogos secos y cáusticos muy ingeniosos, tan logrados que saben prestarle el alma a los protagonistas. La fantástica banda sonora de Miklós Rózsa, la fotografía que envuelve en ambientes cargados y el uso de la iluminación, con abundantes claroscuros capaces de acentuar o deformar los rasgos de los personajes, en momentos cumbre de la historia, son algunas de las herramientas que esta producción de cine negro desarrolla con mucha habilidad.
Hay muchos momentos realmente inolvidables y líricos en la película. Desde aquellos que son un auténtico alarde de la habilidad técnica del cineasta, como el plano secuencia del atraco a la fábrica (una narración rítmica y perfectamente acompasada con la voz en off que detalla la acción) al momento donde “El Sueco” ve por primera vez a Kitty Collins en una fiesta, enfundada en un vestido de satén negro y marcando distancias con su fingida indiferencia y su voz rota y sensual.
Forajidos es un film que mantiene un idilio con los espectadores porque tiene una gran capacidad para mostrarnos la pasión desmedida y los bajos instintos de los personajes. Siodmak es, además, un cineasta que nos deja una visión del mundo quizás dramatizada, pero que todos sospechamos como cierta. Un lugar en el que sólo hay dos clases de personas, los tipos sin escrúpulos, astutos, que viven en una continua huida hacia adelante y los pobres diablos que cometen el pecado de tomarse en serio la vida. Pobres “moribundos que acaban entregando su alma al diablo”.
A continuación, un extracto de lo mejor de la banda sonora que Rózsa realizó para la película:
LA PAREJA INVISIBLE
Cuando lees el relato corto The Killers, del maestro Ernest Hemingway, en el que está basada la película Forajidos, hay una sensación de aceleramiento en la narración que hace que la caída en desgracia del ex boxeador Ole Andersen se convierta en una de las radiografías post-mortem más interesantes de la literatura. No es que las adaptaciones tengan que seguir al dedillo la cadencia narrativa de sus originales, pero en el caso de este filme de Robert Siodmak, un cineasta nada desdeñable, hay un alejamiento destacable de las emociones plasmadas en la historia de base.
Ya hemos mencionado en alguna ocasión que en los años cuarenta, la década festiva del
cine negro como píldora contra los traumas de la Segunda Guerra Mundial, comenzaron a apelotonarse una serie de
clichés de género que en muchas ocasiones han provocado la confusión de referencias entre unas películas y otras. Con más motivo si, como en este caso, volvió a realizarse
otra adaptación de este relato en 1964, con Código del hampa, en manos de Don Siegel.
El Forajidos que hoy nos ocupa cumple con su cometido de generación de misterio, y retoma algunos vínculos con el pasado: la construcción de un personaje muerto mediante la narración en flashbacks, con la que Orson Welles hizo historia en Ciudadano Kane, y la imposibilidad de deshacerse de las sombras, como en la fabulosa Retorno al pasado, de Jacques Tourneur.
El problema es que Siodmak, consiguiendo unos encuadres casi perfectos, rueda la historia sin soltar el trípode y con un regusto escénico algo lánguido, frío y sin apenas emociones. El mafiosismo no se presta de ninguna forma a la teatralidad, pero no por eso es necesario que los villanos actúen como si estuvieran incrustados en una pala.
Tampoco es que queramos exaltaciones sin sentido, pero tratar un personaje tan rico en matices como “El Sueco” (Burt Lancaster) como un pelele medio aletargado no resulta muy eficaz. Su desaprovechamiento, sin embargo, carece de importancia si lo comparamos con el tándem que forma con su amada y causante de todas sus desgracias, Kitty Collins (Ava Gardner), en el papel de mujer tarántula. Es posible que se trate del salvajismo menos explotado de la historia del cine, una pareja prácticamente invisible, con papeles casi de reparto, y con tres miradas, dos frases y un beso en toda la película. Demoledor. Emanaban más química en las fotografías que les realizaron haciendo acrobacias en la playa durante las pausas del rodaje, como la que sigue a continuación.
También tenemos serios problemas para asimilar la indómita investigación de ese inspector de compañía de seguros, interpretado por Edmond O´Brien,
paseándose, preguntando y enfrentándose al mal, como si Philip Marlowe se hubiera escapado de El sueño eterno (estrenada también en 1946) y se le hubiera quedado cara de no entender. La historia al final es igual de enrevesada y triangular, pero vamos a considerar que no le llega ni a la suela de los zapatos a la legendaria obra de Howard Hawks. También, para alojarnos en dramas con seguros de vida de por medio hacemos
nuestro propio flashback hasta la fabulosa Perdición (1944), de Billy Wilder, que para eso están las cinefilias, los rankings y una cantidad casi inasumible de cartonajes en el cine negro.
Os dejamos con el tráiler original de la película. En los años cuarenta, el marketing promocional ya estaba muy trabajado:
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