Visionado: ‘La isla mínima’, de Alberto Rodríguez. ‘Arde Guadalquivir’

La_isla_m_nima-276450591-large

cuatro estrellas

Puede que suene de algo. Dos policías sobrios, opacos pero de caracteres diametralmente diferentes se enfrentan a un caso de entramado escamoso y complicado. Si viajamos en el tiempo, encontraremos en todas las cinematografías mundiales un tópico similar en alguna de sus películas, ajustadas a los modelos narrativos de cada país, más o menos olvidadas o recordadas. Pero no en España. O mejor dicho, no como en La isla mínima, este drama-thriller fuera de toda órbita referencial que está disparado en taquilla tras su aclamada travesía por el Festival de Cine de San Sebastián. Porque la nueva película de Alberto Rodríguez clama por un sitio de honor entre lo mejor del cine español de los últimos años, y revisa la historia policíaca de nuestro país sin ningún complejo de culpa, con la sutilidad de unas cámaras llenas de humedad que empapan las entrañas del espectador.

Superándose con creces a sí mismo, recortando el magnífico pero aplastante artificio de Grupo 7el cineasta firma su mejor película hasta la fecha rindiéndose al encanto de la intriga cruda y descarnada que otros como Enrique Urbizu en No habrá paz para los malvados o Jorge Sánchez-Cabezudo en La noche los girasoles ya tocaron con los dedos en los últimos años. En la investigación que los policías expedientados Juan (Javier Gutiérrez) y Pedro (Raúl Arévalo) realizan sobre la desaparición de dos adolescentes en un pueblo del Coto de Doñana hay mucho de un desconocido mundo rural, violento y maltratado, que a principios de los años 80 todavía reculaba ante la modernidad.

Seguir leyendo

Visionado: ‘Balada triste de trompeta’, de Álex de la Iglesia. ‘Duelo de payasos sin alma’

una estrella


Hay algo que siempre tiene un payaso, sea triste, gracioso, llorón o torpe, y es el alma. Y eso, para alguien como Álex de la Iglesia, experto en dar a luz personajes de comedia negra, con mezclas imposibles entre la mezquindad y lo conmovedor, debería haber sido un axioma inquebrantable. Por eso no terminamos de entender que esta película no tenga alma, corazón. Algo le ha fallado estrepitosamente esta vez. No sabemos si su afán por embarrarse con las escenas de violencia como fin en sí mismas, de manera irregular y exagerada, o la ausencia de Jorge Guerricaecheverría en el guión para justificarlas. Una cosa por la otra, más bien.
 
Quizás pecamos de expectación, pero la Guerra Civil, el franquismo, la venganza, el amor y el duelo entre dos payasos de circo, eran temas lo suficientemente jugosos como para haber sabido dotar a esta historia de latidos consonantes. Porque el cineasta bilbaíno hizo maravillas diacrónicas en las igualmente violentas El día de la bestia, Perdita DurangoLa comunidad, y revisiones modernas de nuestra archirrevivida pre-post-guerra le salieron de diez a otros directores en las pétreas Ay, Carmela de Carlos Saura o El laberinto del fauno, de Guillermo del Toro. 
 
El colmo es que los actores Carlos Areces, Antonio de la Torre y Carolina Bang, no es que lo hagan mal, es que no llegas a conocerles, ni entenderles, ni sabes por qué hacen lo que hacen. Ni les odias ni les quieres: lo peor que te puede pasar con un payaso. Si quieres hacer guiños al bufón triste que fue Buster Keaton, mejor maltrátales con emoción y sentimiento como Charles Chaplin en Candilejas y Federico Fellini en La Strada, pero no les conviertas en marionetas de madera.
 
La película está tan seca de emoción y es tan extrañamente mala (si es que hasta nos duele escribirlo) que mejor que el trailer o un clip, os dejamos la desgarradora canción que Raphael interpretó en Sin un adiós, de Vicente Escriva, que da título a la cinta que nos ocupa y que Álex de la Iglesia mete en su historia con guantes de carnicero.
 
 
“Con tanto llanto de trompeta mi corazon desesperado va llorando recordando mi pasado”. Pues eso, que para balada triste, la nuestra.