Visionado: ‘Mandela. Del mito al hombre’, de Justin Chadwick. ‘Estrecho biopic para un gran hombre’

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tres estrellas

Fue probablemente una de las figuras políticas y humanamente más admirables del siglo XX. Un líder, una suerte de mesías moderno para un continente castigado por las consecuencias del ambiguo y cruel colonialismo de Occidente, un hombre hecho a sí mismo a base de muchos sacrificios personales y sufrimiento, castigado injustamente y elevado después a lo más alto por los mismos que casi propiciaron su muerte en vida. Por ello, siempre partiremos del hecho de que Nelson Mandela, incluso después de muerto, será más grande que cualquier libro, película o ensayo que se realice sobre su biografía.

Sin embargo, y al igual que ha sucedido con otras grandes figuras de nuestra más reciente historia, como Mahatma Gandhi o Martin Luther King, son pocos los complejos de aquellos productores cinematográficos que ven el filón de la taquilla mundial cuando todavía resuena el último suspiro de quien también demuestra ser mortal. Y aunque en el caso de Mandela. Del mito al hombre se trata de una producción británica y sudafricana, muy lejos del gafe de Hollywood con todos aquellos biopics que traspasan sus fronteras, la película no deja de ser una antología de buenas intenciones donde apenas se reconoce a Madiba debido a la carencia de todos esos matices y detalles que enriquecieron su legado político y su construcción humana como líder masivo y mensajero de la tolerancia, el pacifismo y la libertad.

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Píldoras cinetarias: el sueño cinéfilo-musical del líder de Belle and Sebastian

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Hacía ya diez años que el compositor y cantante escocés Stuart Murdoch tenía en la cabeza contar las dificultades de las mujeres jóvenes que quieren ser cantantes. El líder de la magnífica banda de indi-pop Belle and Sebastian comenzó a esbozar esta historia y la melodía de algunas de sus canciones durante la grabación y gira del álbum Dear Catrastrophe Waitress, y casi once años después ha conseguido que se haga realidad.

La película, escrita y dirigida por Murdoch en formato de musical, cuenta la historia de Eve (la cantante y actriz australiana Emily Browning), una joven que utiliza la música para evadirse de sus problemas emocionales y cotidianos, y toma el nombre de God Help the Girl, una de las canciones que forman parte de su banda sonora y que también se editarán como álbum.

La historia se desarrolla en Glasgow, donde la joven protagonista se encuentra hospitalizada por problemas de inestabilidad mental. Como terapia contra la depresión comienza a componer canciones que le ayudan a mejorar. Por ello, tras recibir el alta, decide seguir adelante con su sueño de ser cantautora. Realizará así un viaje de iniciación donde conocerá a otros dos músicos (Hannah Murray y Olly Alexander) con problemas similares a los suyos y con los que tratará de labrarse un futuro en el difícil mundo e la música. La película se estrenará en España el día 19 de septiembre.

A continuación, el tráiler en inglés con su toque pop y un estupendo sabor de boca. Tras el mismo, el tema I Want the World to Stop de Belle and Sebastian, para los que no tengan el gusto de conocer a la banda liderada por Murdoch.

 

Más que mil palabras: ‘El tercer hombre’, de Carol Reed (1949)

Por

El tercer hombre

– “Holly, tú y yo no somos héroes, en el mundo ya no quedan héroes. Solo en tus novelas”.

Harry Lime (Orson Welles) a Holly Martins (Joseph Cotten) en El tercer hombre

 

Diego Cobo Ilustración: 

 

 

Disección: ‘Apocalypse Now’, de Francis Ford Coppola. ‘Sobre el filo de una navaja’

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PANORÁMICA: 1979. España experimentaba las mieles de la libertad, gracias al ejercicio de la democracia: UCD ganó, de nuevo, las elecciones generales  y se celebraron las primeras  municipales libres tras la Guerra Civil. Pero más allá de nuestras fronteras, el mundo, por aquel entonces, era un auténtico polvorín. Fue un año de huidas hacia ninguna parte. El  sanguinario Pol  Pot y los suyos, los Jemeres Rojos, comenzaron el año refugiándose en la jungla porque las tropas vietnamitas lograron el control de la capital Phnom Penh. Terminaba así un régimen de pesadilla que se había cobrado más de dos millones de muertos en Camboya, aparte de cientos de miles personas torturadas. Por su parte, en Irán, se produce otra huida, la del Sha Reza Palevi y la entrada triunfal del líder chiíta, el Ayatolá Jomeini. Comienza así la República Islámica. En Nicaragua, Somoza huye de su país a Miami mientras los sandinistas forman parte de la Junta de Reconstrucción Nacional liderada por la viuda de Chamorro, víctima de la dictadura del tirano. En el Reino Unido, la conservadora Margharet Thatcher se convierte en la primera mujer europea que ocupa un puesto político de tamaña responsabilidad. 1979 llega a su fin con más turbulencias, pues la Unión soviética invade Afganistán. Una vez más, aquel hecho abrirá, con el tiempo, la Caja de Pandora.

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EL MEOLLO: El capitán del ejército estadounidense Benjamin L. Willard (Martin Sheen) combate en dos guerras. Primero la suya interior, enfrentado a sus sangrantes y alucinantes demonios ante un premonitorio The End en una calurosa y claustrofóbica habitación de hotel. Y en segundo lugar, la Guerra de Vietnam, ese conflicto cuya derrota norteamericana ha sido la más rentable jamás pensada. En pleno delirio alcohólico, Willard recibe la misión de adentrarse en un lugar recóndito de la jungla de Camboya para apresar y asesinar a un ex boina verde, el coronel Walter E. Kurtz (Marlon Brando), que ha renegado del ejército y ha creado su propio imperio entre los nativos, quienes le adoran y veneran como un dios. El viaje que emprende por el río y la selva al encuentro de este personaje, junto con varios soldados, algunos pasados de rosca y otros enganchados a las drogas psicotrópicas, se convertirá en una travesía de transformación interior que termina afectando a la propia película, cada vez más irreal, más onírica, más sorprendente y gratificantemente incómoda, que obtiene su mejor catarsis en el encuentro entre Willard y Kurtz, un duelo interpretativo que ha pasado a ser referente del existencialismo, la angustia y el poder. Adaptación de la novela de Joseph Conrad El corazón de las tinieblas, Francis Ford Coppola cambió el África colonial del siglo XIX retratado en el libro por la jungla vietnamita (aunque rodada en Filipinas), creando una de las películas bélicas más asombrosas del séptimo arte, objeto de miles de lecturas y engalanada en 2001 con una versión etiquetada como Redux a la que se añadieron 49 minutos de escenas eliminadas de su montaje original de 1979. Con multitud de premios, entre ellos la Palma de Oro de Cannes, Apocalypse Now, con un reparto completado –en porciones- por Robert Duvall y unos jovencísimos Lawrence Fishburne, Dennis Hopper y Harrison Ford, sigue siendo un auténtico descenso al averno, de esos de los que despiertas sudando y con las manos temblorosas después de casi haber sentido su apología del miedo.

Francis_Ford_CoppolaDETRÁS DE LAS CÁMARAS: De Michigan al cielo de su éxito y al infierno retratado en sus primeras películas. Hablar de Francis Ford Coppola es entrar de lleno en la historia del mejor cine de todos los tiempos, siendo como fue dueño de toda la década de los 70 del siglo pasado. Sin haber cumplido los 30 años, y tras haber estudiado cine en Los Ángeles, este estadounidense de ascendencia napolitana, enfermo infantil de poliomelitis y adicto a las marionetas y al cine de John Ford (por el que se inventó su primer apellido), llamó la atención de una industria en pleno aperturismo de géneros como asistente personal del genio Roger Corman. Tras una historia olvidada de mediometrajes eróticos, fue esta relación de amistad y devoción la que le permitió rodar su primera película, Dementia 13 (1963), hoy en día catapultada a los altares pese a su bajísimo presupuesto y su escasa factura. A partir de ese momento comenzaron a aflorar en largometrajes como You’re a Big Boy (1966) o The Rain People (1968) algunas de las cuestiones clave de su cine como la juventud, el sometimiento emocional y los traumas existenciales. Todos ellos confluyeron de manera definitiva en el oscarizado guion que redactó junto a Edmund North para la fabulosa Patton (1970), dirigida por Franklin J. Schaffner.  Su total incursión en el cine bélico, no obstante, todavía se haría esperar, puesto que el siguiente encargo que recibió de la Paramount Pictures fue la adaptación de El Padrino, novela homónima de Mario Puzo –con el que escribió el guion- que prácticamente se acababa de publicar, que terminaría convertida en una soberbia trilogía  y que le consagraría como uno de los cineastas más influyentes del mundo. Su trabajo con Marlon Brando, Al Pacino o Robert Duvall resulta todavía absolutamente perfecto, como el que añadiría con Robert de Niro en El Padrino II (1974). Entre medias de ambas entregas y en pleno éxtasis de inspiración rodó La conversación (1974), una bellísima y triste historia de espionaje y saxofones protagonizada por Gene Hackman que todavía hoy no consideramos suficientemente reivindicada.

De cualquier forma, el gran éxito en taquilla y público le hizo prácticamente millonario, lo que abrió las puertas a su valiente y muchas veces desinteresada faceta como productor, siendo entonces el mecenas de su amigo George Lucas en American Graffiti y posteriormente de Akira Kurosawa en Kagemusha. Pero tras muchos años de darle vueltas y algún que otro desánimo derivado del miedo al fracaso, Coppola decidió casi a finales de la década que había llegado el momento de dar un paso más por delante de sí mismo, dejando anonadado a medio mundo con Apocalypse Now (1979). El cineasta quiso embarcarse en este proyecto como homenaje a los intentos frustrados de Orson Welles de realizar esta adaptación de El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad años atrás. El rodaje y el resultado hicieron saltar la línea roja de todas las estadísticas. Interpretaciones majestuosas, traumas reales de sus protagonistas, banda sonora de vértigo, escenas demenciales, rodaje traumático, presupuesto disparado y problemas de posproducción merecieron al final la pena de su tesón. Muchos apuntan que Coppola nunca pudo recuperarse del esfuerzo titánico que le supuso esta película, y que su carrera posterior fue una auto-cura de humildad y un regreso a cuestiones más urbanas y melancólicas, como reflejó en La ley de la calle (1983), en la generacional Rebeldes (1983) y o en la siempre infravalorada Cotton Club (1984). Ya en los 90 destacó por su (libérrima) adaptación del Drácula de Bram Stoker y la tercera entrega de El Padrino, y en el presente siglo, por la irregular pero sorprendente Youth Without Youth (2007) y la incomprensible y surrealista Tetro (2009). Hoy en día, mantiene la tutela de numerosos cineastas, entre ellos su hija Sofia Coppola, y su oronda sombra de gran hombre del cine, solo compartida con su hermano italo-americano Martin Scorsese. El capitán Willard afirma al principio de Apocalypse Now que nunca querría otra misión como la que le es asignada al buscar al coronel Kurtz. Al igual que nos pasó a nosotros con Coppola tras ver esta película.

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Visionado: ‘Dallas Buyers Club’, de Jean Marc Vallée. ‘Aunque no dé tiempo a vivir’

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cuatro estrellas

Hay cuestiones que hoy en día parecen tan olvidadas y tan poco tituladas en la prensa que es como si no existieran. Cuando en la década de los 80 del siglo pasado, esa enfermedad denominada SIDA comenzó a propagarse en Estados Unidos, una neurosis colectiva recorrió a una sociedad que se consideraba avanzada y alejada de cualquier mal del mundo. En medio de tal estado de histeria mental, de desconocimiento y estigmatización, un hombre de mediana edad llamado Ron Woodroof, electricista de Texas drogadicto, homófobo y competidor de rodeo, al que le fue diagnostico el virus del VIH durante esa época, decidió darse a sí mismo un Plan B antes de morir.

Su historia, la memoria de sus últimos años de vida, es la que cuenta Dallas Buyers Club, este gran drama del cineasta canadiense Jean-Marc Vallée que eligió a Mathew McConaughey para quitarle las cachas hasta rozar el raquitismo y regalarle el mejor papel de su vida. Porque hablamos de toda una película-personaje, un filme que gira en torno a su protagonista desde su inicio descarnado de pozos con mucho fondo, hasta el triunfo de su santísima voluntad: encontrar en el tráfico ilegal de medicinas alternativas una dosis que aumentara su esperanza de vida.

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Píldoras cinetarias: ‘honest trailer’ de tributo a los 20 años de ‘Forrest Gump’

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Un 23 de junio de 1994, Hollywood dio a luz a una de sus criaturas humanas más queridas, y que hoy en día sigue siendo símbolo cultural de aquella época y referente de lucha existencial para todos. Forrest Gump, de Robert Zemeckis, demostró que la última década del siglo XX avanzaba con mucha imaginación y que el sueño americano seguía siendo importable en cualquier país del mundo, bajo una visión de los sueños algo idealista pero igualmente asumible.

Tom Hanks se coronó como uno de los intérpretes más rentables de la industria del cine con su interpretación de la vida de un joven retrasado mental cuya tenacidad y buen corazón le permiten ser protagonista de grandes hechos históricos durante las décadas más importantes del pasado siglo. El Bubba Gump, el teniente Dann, Jenny y sus “Mama Said” hicieron de esta ‘vital movie’ un producto irrepetible y generacional.

Veinte años después, desde la web de humor cinéfilo Screen Junkies han querido dejar patente el legado de esta película con un ‘honest trailer’, o lo que es lo mismo, una disección audiovisual de la película en clave cómica, donde se repasan sus principales personajes, sus diálogos y donde al final se realiza un guiño al trabajo posterior de algunos de sus actores. Para quien pueda y quiera disfrutarlo (o reírse), como con una caja de bombones:

Visionado: ‘Nebraska’, de Alexander Payne. ‘El último sueño’

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cuatro estrellas

Llegará un momento en que esas películas que se adentran en la América profunda, aquellas en las que las cámaras ruedan la soledad de los paisajes más tristes del mundo, o la pictografía imposible de unos pueblos que ni sabemos si están en el mapa, se convertirán en un género propio del cine. Si no lo son ya y desconocemos su denominación. Lo cierto es que Nebraska ocuparía un lugar destacado en esa categoría. Y no solamente por su escenario, esa devastación austera y sin estridencias que conforman las zonas menos pobladas de Norteamérica, sino por su paralelismo para retratar algo peor: la desolación humana de los últimos años de la vida.

Con adorables similitudes a Una historia verdadera de David Lynch, e incluso con la más reciente Agosto, de John Wells, o incluso con Up, de Pixar, la nueva tragicomedia de Alexander Payne nos adentra en el último sueño de Woody Grant, un anciano que roza la demencia, interpretado de manera casi dolorosa por el magnífico salvaje del western Bruce Dern, cuando decide acudir a la ciudad de Lincoln (Nebraska) a recoger el premio que cree haber conseguido por una campaña engañosa de marketing. Acompañado a regañadientes por su hijo, su travesía se convertirá en un tortuoso regreso a su pueblo natal, donde se reúne con parte de su familia.

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