Visionado: ‘Whiplash’, de Damien Chazelle. ‘Inmortalidad voraz’
Dicen que el legendario Charlie Parker (Bird) recibió un golpe de platillo en plena cabeza porque tuvo una mala tarde. El golpe, propinado por el baterista Jo Jones, le hizo caer en la cuenta de que se había instalado en la mediocridad y supo que aquello tenía que acabar. Dicen que de aquel oportuno toque de atención nació precisamente el genio que escondía el músico. Terence Fletcher, el impresionante y voraz director de orquesta de Whiplash, acude en varias ocasiones a esta anécdota, medio inventada, como si fuera un mantra. La utiliza para justificarse ante quien quiera escucharle, pues sus métodos pedagógicos son duros y cuestionados. Y también para explicar que quien decide consagrase al arte, tiene que pagar un paradójico precio: debe sacrificar su vida, precisamente, para lograr que ésta cobre sentido y no se diluya en el anonimato.
Fletcher (J. K. Simmons) es un director de orquesta de jazz que presiona, tortura psicológicamente a sus músicos, utiliza el dolor más profundo que está enquistado en sus almas y les anula la voluntad para arrancarles artísticamente mucho más de lo que se espera de ellos. Entre sus discípulos, hay un muchacho excepcional, Andrew Neiwman (Milles Teller), un baterista con mucho talento que, aunque se entrega en cuerpo y alma para convertirse en un virtuoso percusionista, jamás encuentra la perfección. Y esa opinión la comparte con el inquietante y carismático mentor.
Visionado: ‘Alabama Monroe’, de Felix Van Groeningen. ‘Cuando el círculo se rompe’
No resulta fácil aterrizar en Alabama Monroe si acudimos con algo de compostura sentimental. Es una película diseñada para destripar al espectador más escéptico, para traspasar cualquier muro de hielo donde sea que quiera colocarlo. Concebida como un drama en toda regla, se deja conquistar por la alegoría de algo más profundo, más íntimo, delicado y musical, que no se regodea sin embargo en elementos trágicos identificables, sino que conforma un tótem emocional donde ninguna escena significa nada sin la inmediatamente posterior. Ahí reside la magia de su poso mental y el hecho de haberse convertido en uno de los mejores filmes del año.
Nominada como Mejor Película de Habla No Inglesa en la pasada edición de los Oscar, esta producción belga de Felix Van Groeningen cuenta la historia de una atractiva tatuadora, creyente y resolutiva (Elise), y de un tocador de banjo escéptico y bohemio (Didier), quienes se enamoran, forman un grupo musical de bluegrass y tienen una hija que enferma gravemente a los seis años. No parece gran cosa contado así, con tan simples palabras, si no fuera porque nada más empezar nos embarcamos en un carrusel de saltos en el tiempo, desde que se conocen hasta que afrontan la enfermedad de la niña, que provoca que nosotros también nos enamoremos de los tres y junto con ellos nos turnemos entre la risa y el llanto, expulsados de nuestras propias vidas.