Visionado: ‘X-Men: Días del futuro pasado’, de Bryan Singer. ‘Un destino inédito’

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tres estrellas

Bryan Singer es un realizador astuto que se las sabe todas. En más de una ocasión, el cineasta ha demostrado tener la pericia de poner en órbita, de manera sencilla, las tramas más complejas. Como cineasta es una especie de maestro relojero con la capacidad de insertar en nuestra imaginación argumentos enmarañados para, secuencia tras secuencia, desenvolver el mecanismo de sus historias con el impulso de una lógica aplastante. Como si no hubiera podido imaginarse de otra forma.

En X-Men: Días del futuro pasado lo consigue de nuevo de forma brillante y a bordo de una espectacular producción que hace, sin ningún tipo de complejo, auténticas piruetas entre las paradojas que conllevan los viajes en el tiempo. Y es que, en esta ocasión, Lobezno ha de volver al pasado para intentar corregir un futuro apocalíptico donde los hombres y los mutantes se ven amenazados por unos monstruosos robots creados por un científico visionario, Bolivar Trask (Peter Dinklage). Incluso el Profesor X (Patrick Stewart) y Magneto (Ian McKellen) han dejado de lado sus diferencias y unido sus fuerzas para enviar al superhéroe a los años 70 con el fin de que les busque a ellos mismos, a sus álter ego jóvenes, y les pida ayuda.

En el carrusel de acción y emociones que depara Días del futuro pasado nos encontramos con alicientes muy atractivos: un ritmo vertiginoso, el carisma arrollador de Magneto, que se perfecciona y oscurece con distinción; la mesiánica condición de redentor del dolor ajeno de Xavier; o la energía y el entusiasmo de un Lobezno, menos socarrón que nunca, pero cómodo en su papel de hilo conductor de la trama. Somos también espectadores de ‘curiosos’ guiños a algún que otro mito histórico como el asesinato de JFK. Singer incluso se permite el lujo de llevarnos a una encrucijada ‘borgiana’, donde un joven Charles Xavier se encuentra consigo mismo, en la vejez y en una especie de limbo mental, para dejarse aconsejar en un momento de tribulación.

Echamos de menos, eso sí, un guión con mayores alardes de buen humor. Resulta demasiado discreto el personaje de Lobezno, que siempre ha dado juego en este sentido. En esta ocasión, se dedica a mantener el tipo en las escenas de acción. Pero seamos sinceros. Si hay algo en las películas los X-Men que ejerce poderosamente su magnetismo sobre el espectador es la soledad e infelicidad que arrastran estos personajes mutantes. Su lucha, desde diferentes frentes, por hacer valer su identidad, asumiendo con fiero orgullo o con generosa discreción un viaje evolutivo inevitable. Cerca, su peor enemigo,  el miedo a lo desconocido de sus compañeros de planeta, léase el común de los mortales.

En medio de unas feas acusaciones de abusos sexuales que dos jóvenes han lanzado contra Bryan Singer, los mutantes X-Men, “los hijos bastardos del universo cómic” (en sus palabras) corren el peligro de quedarse sin padre creativo. De hecho, la productora (Twentieth Century Fox) retiró al cineasta de la promoción de la película y se cuestiona que pueda realizar la siguiente entrega, Apocalipsis. Tiene miedo de que un posible proceso judicial retrase el rodaje. Al otro lado de la balanza, muchos fans de la saga han dejado clara su opinión. No les importa tanto lo que el cineasta haya hecho en esta ‘dimensión destartalada’ llamada realidad, necesitan a Singer al frente del universo Marvel.

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