Un suizo de mediana edad, Raymond Gregorius (Jeremy Irons) evita que una joven portuguesa se tire al río Aar en Berna. La muchacha desaparece poco después dejando tras de sí un impermeable y un libro. Un libro en el que Raymond verá descifrados el mundo y aquellas cosas que “llevan atormentándole desde siempre”. Su autor fue un joven médico lisboeta, Amadeu do Prado (Jack Huston) que participó en la resistencia durante la dictadura de Salazar y tuvo un trágico final que, de alguna manera, siempre marcó su destino. Gregorius “huirá” de su vida anodina poniendo rumbo a Lisboa para conocer algo más de aquel misterioso escritor.
Este es el argumento de Tren de noche a Lisboa, última película de Bille August basada en la novela de Pascal Mercier. Un film que parte de manera apasionada, gracias a un detonante de la historia romántico y enigmático, pero cuyo interés envejece rápido. Acaba deambulando entre el exceso de información que se ofrece a través de numerosos y a veces innecesarios flashbacks que recrean la historia del escritor en tiempos de opresión y la metáfora de las ideas filosóficas que dejó para la posteridad. Una cosmovisión brillante, en algunos casos, pero que flota en un medio, el cine de August, que aunque es de bella estampa, no parece el más adecuado. Las adaptaciones literarias del escritor (La casa de los espíritus, Los miserables) nunca han sido muy afortunadas.
Quizás el mayor problema de la película es que le falta el arrebato, la explosión emocional que prometía en su punto de partida de modo, que la historia del médico escritor, junto al propio viaje hacia su yo interior que realiza Gregorius, llega a provocar indiferencia en algunos momentos. Y curiosamente, las elipsis en la historia se hacen en algunos casos abismales, quedando sin comprender, a veces sin explicar, comportamientos de algunos personajes que no aprovechan bien las secuencias para cobrar vida.
La película cuenta con el señuelo de un reparto europeo espectacular. Encabezado por un Jeremy Irons que deja de lado su natural elegancia para desenvolverse maravillosamente dentro de personaje gris. El de un hombre envejecido que calza unas ortopédicas gafas de pasta y melancolía en la mirada. En ella, también podemos disfrutar de la presencia y el buen trabajo de Bruno Ganz, Christopher Lee, Charlotte Rampling y los más jóvenes Mélanie Laurent y August Diehl. Interpretando al escritor protagonista está, además, el nieto de John Huston, el joven Jack al que le faltan unos cuantos papeles para llenar la gran pantalla.
En definitiva, Gregorius, el personaje encarnado por Irons, es probablemente el único afortunado que parece haber encontrado su horizonte en la película. Nosotros, mientras tanto, nos quedamos en el andén con una actitud muy portuguesa, sintiendo una nostalgia rara por la película que se nos ha escapado, que podía haber sido.