Visionado: ‘Open Windows’, de Nacho Vigalondo: ‘Todo queda en la pantalla’

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tres estrellas

Ya van unas cuantas veces que hemos apostado en este blog por los cineastas que se atreven a arriesgarse en el momento justo. Es decir, justo en el momento en el que sus modestos medios les permiten lanzarse a lo que les apasiona. Entre ellos y de nuestra propia hornada, Nacho Vigalondo sea quizás uno de los más sorprendentes y temerarios, capaz de llevarse por delante a quien le frene la idea más turulata que se le pase por la cabeza y de montarse una campaña de promoción en redes sociales a base de breves mensajes de su diario de rodaje, mucho más eficaz que cualquier millonada encargada a la mejor empresa de marketing.

El cineasta, actor y guionista cántabro se tiró cerca de dos años marcándose bailes 2.0 con la fabricación de su última película, Open Windows, un thriller informático (el primero que rueda en inglés) sobre el secuestro y chantaje que una especie de ‘deus ex machina’ de las nuevas tecnologías y los métodos de seguridad le monta a una conocida actriz y a un admirador suyo. Desde una rueda de prensa en la que el cineasta se marca su adorable cameo hasta frenéticas persecuciones por las calles de la ciudad tejana de Austin, todo se queda en la pantalla del ordenador. Cada fotograma que vemos está encerrado en los cuatro límites de plasma de un portátil, con multitud de ventanas que se abren y se cierran, y a través de las cuales la cámara se mueve como por un mapa de secuencias interrumpidas, borrosas y grabadas desde decenas de posiciones.

Otro acierto, su atractivo reparto. El encantador Elijah Wood se marca una correcta actuación de jovencillo alucinado bastante creíble y gana puntos como firme estímulo de cineastas españoles, a muchos de los cuales ya ha confesado admirar más de una vez. A su lado y como tirón indiscutible de la película, la ex actriz porno, modelo y artista musical Sasha Grey, cuidada al milímetro por Vigalondo, que juega con sus detalles corporales con una elegancia manifiestamente erótica pero tan elegante que pudiera parecer imposible tras los numerosos desnudos explícitos de la actriz en sus antecedentes cinematográficos.

Sin embargo y con bastante decepción, estos dos elementos (reparto y estilo) no son suficientes para un sobresaliente. Y da mucha pena. Que una fórmula ganadora tan buena en su inicio -rompe con el visionado tradicional, limita el escaneo de nuestros ojos a la asfixiante y estremecedora frontera de un ordenador- se diluya en una maraña interminable de datos atropellados y casi incomprensibles para el profano de la informática, resulta cuanto menos frustrante a fin de cuentas. Sobre todo porque la película es frenética y desenfadada, divertida si nos apuramos, pero se convierte a medio metraje en una espiral hacia afuera, sin rumbo, de un manual de acólitos del universo hacker y las conspiraciones mundiales.

Si Vigalondo se hubiera limitado a emplear ese magnífico método de rodaje sin tanta triquiñuela argumental le hubiera salido una auténtica maravilla. Queriendo demostrar que va a por todas se pasa de la línea de meta con sobrecarga de guion, aunque ni por un momento dejemos por eso de hacerle la ola a lo profesional de ese rodaje, un auténtico desafío visual sometido a numerosos enfoques, simultaneidades y trucos bien disfrazados. Escondidos bajo un ritmo sin tregua y amasados para no dejarnos pensar, los defectos de la película (junto con su descompuesto final) pueden olvidarse si nos destapamos de la lógica, las preguntas y las inquietudes incómodas, y nos limitamos a pasar un buen rato. Algo así le pasó al director con Los Cronocrímenes y con Extraterrestre, así que lo mismo es marca de la casa y no daba para tanta fabulación crítica. Pero ahí queda.

A continuación el tráiler y posteriormente el hipnótico tema Ghost Rider del dúo neoyorquino Suicide, de la banda sonora, con un protagonismo peculiar durante la trama:

 

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