Visionado: ‘La teoría del todo’, de James Marsh. ‘Una pulcra ecuación’

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tres estrellas

Cuando el teórico y fisico Stephen Hawking vio por primera vez La teoría del todo se quedó maravillado por cómo había sabido captar la esencia de los años más importantes de su vida. Así lo afirmó. No sucede con frecuencia en el caso de los biopics, cuando estos se realizan con el personaje narrado todavía vivo, y nunca está claro si eso es bueno o malo. Para nosotros, el hecho de que a Hawking le encantara la película no era un punto a favor, porque significaba que sería complaciente, amable y tremendamente respetuosa. Adjetivos aptos para la vida cotidiana pero no siempre para el cine, o más bien, no para el cine sobre el sacrificio, el esfuerzo y la enfermedad, que requiere de crítica, de matices, de suciedad, por decirlo de alguna manera. Sin embargo, tampoco podía ser de otra forma, puesto que el guion partía del libro que su ex mujer y todavía gran amiga, Jane Hawking, escribió sobre los años que pasaron juntos.

Vaya por delante que La teoría del todo es una película magnífica, brillante en buena parte de su metraje y honesta desde el principio a la hora de identificar por dónde va a descolocarnos. Tiene un arranque majestuoso, de corte clásico y tremendamente emotivo que supone la mejor parte de su metraje: los años de Hawking como estudiante, su inocente y alegre sentido de la vida, su desbordante talento y el inicio de su lucha contra la enfermedad que le postró en una silla de ruedas durante el resto de su vida. Es en ese primer bloque donde todos los elementos más deslumbrantes del filme se despliegan ante nosotros con total transparencia: el vitalismo, el amor o el sentido del humor (de lo mejor de la película). Es de agradecer esta tremenda honestidad, esa desnudez en la realización.

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Visionado: ‘Grace de Mónaco’, de Olivier Dahan: ‘Que el mito descanse en paz’

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una estrella

Aterrizamos en Mónaco en los años 60, momento en el que Francia y sus ansias expansionistas amagan con anexionar el Principado a su territorio. Por aquel entonces, Grace Kelly llevaba algunos años casada con Rainiero III e intentaba volver a Hollywood, pero a hurtadillas, a espaldas de su pueblo y de su marido. Y con la complicidad de un Alfred Hitchcock menos interesado en su regreso que lo que esta película quiere subrayar. Con estos mimbres, que bien pudieron valer para realizar una película entretenida, Olivier Dahan, director del fantástico biopic de Edith Piaf La vie en rose, intenta relatar un episodio biográfico de la maravillosa actriz norteamericana, que no despierta ningún interés.

Gracia de Monaco es ya una madre de familia que pretende hacerse a la vida de soberana y permanece alejada de todo cuanto había logrado por sus propios méritos. Además, comparte palacio con un marido ocupado y muy centrado en gobernar un país de opereta. (Por cierto, ¿qué demonios hace Tim Roth en la piel del anodino Rainiero?) Nos sitúa, en definitiva, a una Grace Kelly, carne de cañón para una crisis existencial de tipo vip. Sin embargo, cualquier asomo de conflicto emocional en la película pasa prácticamente inadvertido. Sencillamente, porque a nadie al frente de la producción le ha interesado lo más mínimo trabajar un poco el material dramático que tenía delante. Era más fácil recrearse en el glamour de una época, en un escenario y unas gentes que vivieron un momento de esplendor.

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Visionado: ‘Mandela. Del mito al hombre’, de Justin Chadwick. ‘Estrecho biopic para un gran hombre’

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tres estrellas

Fue probablemente una de las figuras políticas y humanamente más admirables del siglo XX. Un líder, una suerte de mesías moderno para un continente castigado por las consecuencias del ambiguo y cruel colonialismo de Occidente, un hombre hecho a sí mismo a base de muchos sacrificios personales y sufrimiento, castigado injustamente y elevado después a lo más alto por los mismos que casi propiciaron su muerte en vida. Por ello, siempre partiremos del hecho de que Nelson Mandela, incluso después de muerto, será más grande que cualquier libro, película o ensayo que se realice sobre su biografía.

Sin embargo, y al igual que ha sucedido con otras grandes figuras de nuestra más reciente historia, como Mahatma Gandhi o Martin Luther King, son pocos los complejos de aquellos productores cinematográficos que ven el filón de la taquilla mundial cuando todavía resuena el último suspiro de quien también demuestra ser mortal. Y aunque en el caso de Mandela. Del mito al hombre se trata de una producción británica y sudafricana, muy lejos del gafe de Hollywood con todos aquellos biopics que traspasan sus fronteras, la película no deja de ser una antología de buenas intenciones donde apenas se reconoce a Madiba debido a la carencia de todos esos matices y detalles que enriquecieron su legado político y su construcción humana como líder masivo y mensajero de la tolerancia, el pacifismo y la libertad.

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