Una interpretación musical sobre monumentos históricos, una fiesta vip de compases discotequeros, un perturbador montaje para mostrarnos un carrusel de personajes tambaleantes entre lo sofisticado y lo friqui, y un pasillo a lo cabaret para la presentación del protagonista principal, son el impresionante arranque de La gran belleza, la nueva niña bonita del cine italiano que se hizo con el Oscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa en la última edición de los Premios Oscar. Se trata de un prólogo con una fuerza visual muy conseguida y que no se acompleja en situarnos en el petardeo veraniego de las élites culturales de Roma, en un tiovivo grotesco donde todo es lo que parece y nada importa más allá del amanecer.
El gran Paolo Sorrentino echa mano de su facilidad para el pasacalles coral con este videoclip introductorio, que se interrumpe con la aplastadora presencia del gran rostro de la película: Jep Gambardella. El escritor de un solo libro, el relator “de pasos breves”, el periodista cínico y consciente de su propia mediocridad, el vividor de muertes ajenas, el espigón cultural de una época gloriosa que agoniza de puro aburrimiento, el hombre que roza ya la tercera edad con esa soberbia y chulería que solo legitiman la buena vida y las malas costumbres. Una interpretación deliciosa y bravucona del actor y cineasta Toni Servillo que se ha convertido en icono contemporáneo del nihilismo cultureta.