Visionado: ‘Ida’, de Pawel Pawlikowski. ‘Despertar a la verdad’

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cuatro estrellas

Una pulcredad en blanco y negro, satinada de nieve y silencio monacal, aclara la vista del espectador en el arranque de Ida, película polaca nominada al Oscar en la categoría de habla no inglesa y uno de los fenómenos cinematográficos del año, premiada en los festivales de Gijón, Londres y Toronto, entre otros. La rutina de Anna (Agata Trzebuchowska), novicia en un convento polaco en 1962, inunda la curiosidad de aquel que sepa ver en los ojos de su protagonista todo un mundo por descubrir, apenas asomado bajo una capa de castidad, disciplina, obediencia y devoción cristiana en sus ropajes de monja casi a punto de tomar los votos.

Ese mundo se verá transformado, muy a su pesar, por la visita que realiza a su tía antes de entregarse al dios de sus rezos. Conoce así a una mujer alcoholizada de vida bohemia (Agata Kulesza), jueza de profesión, investigadora de los crímenes nazis de la Segunda Guerra Mundial, con una desastrosa vida personal, quien irónica y aparentemente descastada le cuenta un secreto familiar totalmente inesperado para la novicia, y que comienza con el descubrimiento de su origen judío y de su verdadero nombre: Ida. Ambas deciden entonces investigar el paradero de los padres de la joven, arrancando el viaje iniciático de su protagonista, plasmada en fotogramas hechos lienzo, como si de la visita a una gran pinacoteca se tratara.

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Visionado: ‘The Imitation Game (Descifrando Enigma)’, de Morten Tyldum: ‘Héroes matemáticos’

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cuatro estrellas

Solamente el paso del tiempo sirve para hacer verdadera justicia a los héroes que ganaron guerras desde los frentes alejados de tanques y fusiles. Más allá del épico desembarco de Normandía, de las bombas atómicas y de la caída de Berlín, el final de la Segunda Guerra Mundial estuvo también en manos de personas que quizás no arriesgaron sus vidas, ni mancharon de sangre sus manos pero cuyas inquietas y científicas mentes hicieron que la balanza se inclinara por el rumbo de la historia europea que hoy conocemos. Mientras el mundo tiritaba de espanto con el avance casi sobrenatural de las tropas alemanas de Hitler, la instalación militar de Bletchley Park en el condado inglés de Buckinghamshire fue donde Alan Turing, matemático, criptógrafo y pensador, resolvió junto a un equipo de científicos los códigos secretos de operaciones navales nazis escondidos en la máquina Enigma.

De la factoría de los todopoderosos hermanos Weinsten, The Imitation Game (Descifrando Enigma) es el esperadísimo biopic de este genio de las ciencias exactas, interpretado por un majestuoso Benedict Cumberbatch que ya se prepara para su más que posible, y desde luego merecida, nominación al Oscar. La encarnación de este genio narcisista, soberbio, introvertido y valiente sobrepasa los límites de la pantalla con la mirada espigada y azul de uno de nuestros Sherlocks más queridos, recubierta de inteligencia y buen gusto, casi a la medida de su creciente talento. Le cortejan en el reparto la frescura de la siempre eficiente Keira Knightley como única cuota femenina, y grandes actores británicos de la talla de Mark Strong, Charles Dance, Matthew Goode o Tuppende Middleton, todos en estado de gracia.

El escritor Graham Moore debuta en el guion con la adaptación de la biografía de Turing escrita por Andrew Hodges, convertida en la gran pantalla en un thriller histórico a las órdenes del cineasta noruego Morten Tyldum, conocido por la gamberra Headhunters y que dirige por primera vez fuera de su país. La sobriedad en las secuencias y un endiablado ritmo narrativo son las marcas personales del relato, que aborda el trabajo desarrollado por Turing y su equipo en la descodificación de Enigma durante la Segunda Guerra Mundial, acosado por las encomiendas del ejército inglés, las presiones de los altos mandos y las estrategias de los servicios de inteligencia. En paralelo se suceden incisivos saltos temporales al pasado (la adolescencia del matemático en un internado) y al futuro (la caída en desgracia del protagonista en los años 50).

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Visionado: ‘Monuments Men’, de George Clooney: ‘Los Ocean se van a la guerra’

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tres estrellas

Tras sacar adelante la cínica Los Idus de Marzo, rodar Monuments Men fue algo así como ver la luz al final del túnel para el guionista Grant Heslov y el director George Clooney. Al menos, los dos cineastas confesaron sentirse algo aliviados al abordar esta producción bélica que pretende huir del desencanto que emanaba del film político echando mano de la nostalgia. Es decir, intentando recuperar el espíritu de aquellas maravillosas películas de la Segunda Guerra Mundial donde desfilaban rutilantes estrellas y actores de primera categoría. Querían captar algo así como los ecos de Un puente lejano.

Sin embargo, esta vocación de ‘divertimento’ no hizo buenas migas con el tipo de cine de evasión que querían recuperar. Efectivamente, la película cuenta con el atractivo de fantásticos y versátiles actores como Cate Blanchett, Bill Murray y John Goodman; emergentes y exóticas estrellas afincadas en Hollywood, como Jean Dujardin, un tema poco visto y un tono despreocupado que la convierte, curiosamente, en un producto de entretenimiento que divierte lo justo.

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