Visionado: ‘Open Windows’, de Nacho Vigalondo: ‘Todo queda en la pantalla’

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tres estrellas

Ya van unas cuantas veces que hemos apostado en este blog por los cineastas que se atreven a arriesgarse en el momento justo. Es decir, justo en el momento en el que sus modestos medios les permiten lanzarse a lo que les apasiona. Entre ellos y de nuestra propia hornada, Nacho Vigalondo sea quizás uno de los más sorprendentes y temerarios, capaz de llevarse por delante a quien le frene la idea más turulata que se le pase por la cabeza y de montarse una campaña de promoción en redes sociales a base de breves mensajes de su diario de rodaje, mucho más eficaz que cualquier millonada encargada a la mejor empresa de marketing.

El cineasta, actor y guionista cántabro se tiró cerca de dos años marcándose bailes 2.0 con la fabricación de su última película, Open Windows, un thriller informático (el primero que rueda en inglés) sobre el secuestro y chantaje que una especie de ‘deus ex machina’ de las nuevas tecnologías y los métodos de seguridad le monta a una conocida actriz y a un admirador suyo. Desde una rueda de prensa en la que el cineasta se marca su adorable cameo hasta frenéticas persecuciones por las calles de la ciudad tejana de Austin, todo se queda en la pantalla del ordenador. Cada fotograma que vemos está encerrado en los cuatro límites de plasma de un portátil, con multitud de ventanas que se abren y se cierran, y a través de las cuales la cámara se mueve como por un mapa de secuencias interrumpidas, borrosas y grabadas desde decenas de posiciones.

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Visionado: ‘Boyhood’, de Richard Linklater. ‘El gran cazamomentos’

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tres estrellas

¿Qué es la vida en nuestra cabeza sino una sucesión de momentos, casi de fotografías fijas, en forma de recuerdos y palabras? No hace falta una experiencia de esas cercanas a la muerte para darse cuenta de que, echando la vista atrás, casi todo lo que somos capaces de recordar no son largos diálogos ni secuencias, sino esta o aquella risa, una decisión que tuvo consecuencias hasta hoy mismo, una canción que para siempre quedó identificada con un primer amor, una frase que nos marcó dolorosamente. Y esa es la piedra filosofal de Boyhood, innecesariamente explicada en su subtítulo Momentos de una vida, cuando durante sus dos horas y media de metraje ya nos damos cuenta por nosotros mismos de que estamos ante un álbum familiar de recuerdos.

Richard Linklater es el gran cazamomentos de esta sencilla y agradable película, rodada durante 12 años conforme crecían sus propios actores, entre ellos su protagonista, Ellar Coltrane, desde su niñez hasta la puerta de la adolescencia a la juventud. No es la primera vez que el cineasta y guionista estadounidense experimenta de manera tan limpia y natural con el paso del tiempo. Ya en la trilogía que finalizó el año pasado con Antes del anochecer, sometió a nuestros amados Jesse (Ethan Hawke) y Celine (Julie Delpy) a una de las historias de amor más fabulosamente dialogadas del cine durante más de dos décadas de encuentros desde Viena hasta la Toscana italiana. En paralelo al rodaje de este tríptico romántico, fue acumulando momentos para Boyhood, que tan solo necesitó 40 días de rodaje en todos esos años.

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Píldoras cinetarias: ‘Ambiancé’, ¿la película más larga de la historia?

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Hablar, así sin más, de la película más larga de la historia, es algo relativo. En una época en que muchos cinéfilos nos hemos convertido también en súbditos del magnífico reinado de las series, resultaría tendencioso no considerar esas maravillas de la televisión como grandes y extensas películas. Pero aún así, es cierto que Ambiancé, el proyecto que prepara el artista multimedia sueco Anders Weberg, no está dejando a nadie indiferente. Otra cosa es que la curiosidad que despierte sea más antropológica que cinematográfica.

De momento, su carta de presentación ya está suponiendo una promoción en sí misma: una película experimental de 720 horas de duración, cuyo estreno está previsto para 2020 y que se mostrará una sola vez en todo el mundo. Será proyectada en internet de manera sincronizada, con una duración de 30 días, para luego ser destruida, y contará con un tráiler de siete horas y 20 minutos dentro de dos años, y otro de 72 horas en 2018.

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Dicho así, suena más excéntrico que otra cosa. El artista sueco parece mucho más interesado en cuantificar su duración que en la calidad de la historia, que debido a esa etiqueta de “experimental” parece ya contar con carta blanca para poder realizar cualquier tipo de mamarrachez. Es cierto que el cineasta sueco dice no estar interesado en el récord. De hecho, en varias ocasiones ha hecho hincapié en su argumento, de corte autobiográfico, sobre la relación del artista con su hijo de 21 años que falleció hace unos meses de sobredosis.

Por eso tampoco es que queramos adelantarnos a su visionado con años de antelación, pero es que hace dos meses Weberg ya difundió un adelanto de 72 minutos, del cual conseguimos ver un cuarto de hora antes de chequear nuestra conciencia crítica sobre la creatividad audiovisual. Con el tiempo, iremos conociendo más detalles sobre este proyecto, y confiamos en que que su autor y promotores encuentren una forma de que no suene tan a mercancía abstracta y rezume más amor al cine en su millonada de fotogramas.

El primer adelanto de la película, extraído de su página web: