Ya van unas cuantas veces que hemos apostado en este blog por los cineastas que se atreven a arriesgarse en el momento justo. Es decir, justo en el momento en el que sus modestos medios les permiten lanzarse a lo que les apasiona. Entre ellos y de nuestra propia hornada, Nacho Vigalondo sea quizás uno de los más sorprendentes y temerarios, capaz de llevarse por delante a quien le frene la idea más turulata que se le pase por la cabeza y de montarse una campaña de promoción en redes sociales a base de breves mensajes de su diario de rodaje, mucho más eficaz que cualquier millonada encargada a la mejor empresa de marketing.
El cineasta, actor y guionista cántabro se tiró cerca de dos años marcándose bailes 2.0 con la fabricación de su última película, Open Windows, un thriller informático (el primero que rueda en inglés) sobre el secuestro y chantaje que una especie de ‘deus ex machina’ de las nuevas tecnologías y los métodos de seguridad le monta a una conocida actriz y a un admirador suyo. Desde una rueda de prensa en la que el cineasta se marca su adorable cameo hasta frenéticas persecuciones por las calles de la ciudad tejana de Austin, todo se queda en la pantalla del ordenador. Cada fotograma que vemos está encerrado en los cuatro límites de plasma de un portátil, con multitud de ventanas que se abren y se cierran, y a través de las cuales la cámara se mueve como por un mapa de secuencias interrumpidas, borrosas y grabadas desde decenas de posiciones.