Visionado: ‘Las vidas de Grace’, de Destin Cretton. ‘Cuidadora y víctima’

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cinco estrellas

Hemos dejado casi para el final del año una de las películas más asombrosas que hemos podido ver en 2014 encuadradas en ese etéreo circuito independiente norteamericano. Sucede que no siempre es fácil encontrar las palabras que no solo reflejen fielmente aquello que queremos extraer de un film sino que además no lo adulteren. Las vidas de Grace es una experiencia tan conmovedora, delicada, honesta y transpirable que necesita poca justicia poética, salvo aquella que solamente cumpla el propósito de hacernos más intensamente humanos, como todos sus protagonistas.

Destin Cretton, cineasta conocido por su retrato de la escena indie de San Diego en I’m not a hipster, introduce sus lentes borrosas en Short Term 12 (el título original de la película), un centro de acogida de estancia corta para adolescentes desfavorecidos, conflictivos o en riesgo de exclusión social. Allí ingresan para buscar una oportunidad hasta cumplir la mayoría de edad. Desde la anécdota inicial de la película, conocemos a sus protagonistas, cuidadores del centro. Son la propia Grace y su compañero de trabajo y novio Mason. Y todo lo que piensan, sienten y padecen tiene un determinante incontestable: las vidas rotas de los chicos con los que tratan todos los días.

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Visionado: ‘Boyhood’, de Richard Linklater. ‘El gran cazamomentos’

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tres estrellas

¿Qué es la vida en nuestra cabeza sino una sucesión de momentos, casi de fotografías fijas, en forma de recuerdos y palabras? No hace falta una experiencia de esas cercanas a la muerte para darse cuenta de que, echando la vista atrás, casi todo lo que somos capaces de recordar no son largos diálogos ni secuencias, sino esta o aquella risa, una decisión que tuvo consecuencias hasta hoy mismo, una canción que para siempre quedó identificada con un primer amor, una frase que nos marcó dolorosamente. Y esa es la piedra filosofal de Boyhood, innecesariamente explicada en su subtítulo Momentos de una vida, cuando durante sus dos horas y media de metraje ya nos damos cuenta por nosotros mismos de que estamos ante un álbum familiar de recuerdos.

Richard Linklater es el gran cazamomentos de esta sencilla y agradable película, rodada durante 12 años conforme crecían sus propios actores, entre ellos su protagonista, Ellar Coltrane, desde su niñez hasta la puerta de la adolescencia a la juventud. No es la primera vez que el cineasta y guionista estadounidense experimenta de manera tan limpia y natural con el paso del tiempo. Ya en la trilogía que finalizó el año pasado con Antes del anochecer, sometió a nuestros amados Jesse (Ethan Hawke) y Celine (Julie Delpy) a una de las historias de amor más fabulosamente dialogadas del cine durante más de dos décadas de encuentros desde Viena hasta la Toscana italiana. En paralelo al rodaje de este tríptico romántico, fue acumulando momentos para Boyhood, que tan solo necesitó 40 días de rodaje en todos esos años.

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