Visionado: ‘Ciutat morta (Ciudad muerta)’, de Xavier Artigas y Xapo Ortega. ‘En el nombre de Patri’

Cartel-documental-Ciutat-Morta_EDIIMA20141128_0186_13

cinco estrellas

No resulta cómodo para ningún periodista con cierta sensibilidad a la actualidad social, o con un mínimo apego a la investigación comprometida y honesta, adentrarse en el inquietante y terrorífico recorrido del documental Ciutat morta. Es imposible quitarse de encima esa sensación de impotencia al encontrarse ante unos hechos silenciados a los que nunca se prestó la suficiente atención mediática y que ahora explotan en las narices de un gran público que se siente indignado por lo que ahí se relata, gracias a su emisión en televisión y tras un doloroso periodo de censura e ignorancia. El mejor documental de la última edición del Festival de Cine de Málaga es un asombroso torrente de datos, testimonios y hechos casi probados que se desencadenaron porque varios jóvenes estaban donde no debían en el momento equivocado. Así de simple, pero tremendamente complejo al mismo tiempo.

El origen de todo: la madrugada del 4 de febrero de 2006 se produjo una carga policial en los alrededores de un teatro ocupado del centro de Barcelona, y entre un gran momento de confusión un agente de la Guardia Urbana resultó gravemente herido tras impactarle un objeto en la cabeza. Horas después, el entonces alcalde de la Ciudad Condal, Joan Clos, dice en la radio que el agente recibió el golpe de una maceta arrojada desde cierta altura. Sin embargo, son varios los detenidos a pie de calle (no en las azoteas ni en los balcones), entre ellos tres latinoamericanos que son llevados a dependencias policiales, donde, según sus propios testimonios y denuncias, se declaran inocentes y son torturados, insultados y vejados. Posteriormente son atendidos por médicos en el Hospital del Mar, donde acuden en ese mismo momento Patricia ‘Patri’ y Alfredo, lesionados por un aparatoso accidente de bicicleta. Su forma de vestir, y un mal interpretado mensaje en el móvil de ella, provocan la detención también de estos dos jóvenes, a quienes se acusa de participar en los altercados del teatro ocupado, sin ni siquiera encontrarse allí en esos momentos.

Una ciega venganza policial, un conjunto de testimonios falsos de los agentes acusándoles de haber arrojado piedras, de los médicos que miraron hacia otro lado y la connivencia de la juez encargada del caso hicieron el resto: prisiones preventivas de hasta dos años (lo máximo permitido por la ley) para los tres primeros jóvenes, y sentencia inculpatoria posterior para Alfredo (finalmente indultado) y para Patri. Esta última es el tema central de Ciutat morta: Patricia Heras. una joven de Madrid, escritora premonitoria en su blog Poeta Muerta, estudiante de literatura y amante de la estética ‘queer’ y post-punk, que acudió a Barcelona a ganarse la vida y que se dejó todos sus ahorros en pagarse la defensa de un juicio injusto, plagado de veneno institucional y que finalmente acabó con ella. Tras obtener un permiso penitenciario en tercer grado, Patri sale de la cárcel en abril de 2011 y pocos días después se suicida arrojándose por una ventana.

Seguir leyendo

Visionado: ‘Las vidas de Grace’, de Destin Cretton. ‘Cuidadora y víctima’

vidas-de-grace-cartel-b

cinco estrellas

Hemos dejado casi para el final del año una de las películas más asombrosas que hemos podido ver en 2014 encuadradas en ese etéreo circuito independiente norteamericano. Sucede que no siempre es fácil encontrar las palabras que no solo reflejen fielmente aquello que queremos extraer de un film sino que además no lo adulteren. Las vidas de Grace es una experiencia tan conmovedora, delicada, honesta y transpirable que necesita poca justicia poética, salvo aquella que solamente cumpla el propósito de hacernos más intensamente humanos, como todos sus protagonistas.

Destin Cretton, cineasta conocido por su retrato de la escena indie de San Diego en I’m not a hipster, introduce sus lentes borrosas en Short Term 12 (el título original de la película), un centro de acogida de estancia corta para adolescentes desfavorecidos, conflictivos o en riesgo de exclusión social. Allí ingresan para buscar una oportunidad hasta cumplir la mayoría de edad. Desde la anécdota inicial de la película, conocemos a sus protagonistas, cuidadores del centro. Son la propia Grace y su compañero de trabajo y novio Mason. Y todo lo que piensan, sienten y padecen tiene un determinante incontestable: las vidas rotas de los chicos con los que tratan todos los días.

Seguir leyendo

Visionado: ‘Relatos salvajes’, de Damián Szifrón. ‘La grandeza de no contenerse’

322607.jpg-r_640_600-b_1_D6D6D6-f_jpg-q_x-xxyxx

cinco estrellas

Uno de los avales más reveladores con los que esta antología de seis historias ha llegado a España ha sido el masivo apoyo del público, tanto en su clamoroso recorrido por varios festivales como en su sucesivo estreno en salas comerciales. Porque Relatos salvajes ha despertado en todo el mundo esa necesidad de zafarse del letargo cotidiano, del hastío de un continuo dejarse llevar-reprimir-silenciar, para alzarnos como dueños de cualquier situación, aunque sea a través de la más exacerbada pérdida de control. Creemos que ahí reside toda su magnética esencia, en nuestros instintos animales, aquellos con los que su director y guionista Damian Szifrón ya se encarga de retratar a sus personajes en los créditos iniciales.

Coproducción hispano-argentina de la mano de los hermanos Almodóvar a través de El Deseo y del todopoderoso empresario porteño Hugo Sigman, la película se compone de seis historias vertebradas en torno al estallido mental, la gota que colma el vaso, la paciencia que encuentra su límite y el desahogo vital en aquellas situaciones que nos sobrepasan. Es un altavoz por el que vocear a través de toda su perturbadora violencia y un ejemplo de lo bien que le sienta al cine la comedia negra repleta de humor inteligente, astucia y un algo muy grande de esa magia que tiene el cortometraje cinematográfico cuando se pone al servicio de las necesidades humanas.

Seguir leyendo

Visionado: ‘Alabama Monroe’, de Felix Van Groeningen. ‘Cuando el círculo se rompe’

cartel-alabama-monroe

cinco estrellas

No resulta fácil aterrizar en Alabama Monroe si acudimos con algo de compostura sentimental. Es una película diseñada para destripar al espectador más escéptico, para traspasar cualquier muro de hielo donde sea que quiera colocarlo. Concebida como un drama en toda regla, se deja conquistar por la alegoría de algo más profundo, más íntimo, delicado y musical, que no se regodea sin embargo en elementos trágicos identificables, sino que conforma un tótem emocional donde ninguna escena significa nada sin la inmediatamente posterior. Ahí reside la magia de su poso mental y el hecho de haberse convertido en uno de los mejores filmes del año.

Nominada como Mejor Película de Habla No Inglesa en la pasada edición de los Oscar, esta producción belga de Felix Van Groeningen cuenta la historia de una atractiva tatuadora, creyente y resolutiva (Elise), y de un tocador de banjo escéptico y bohemio (Didier), quienes se enamoran, forman un grupo musical de bluegrass y tienen una hija que enferma gravemente a los seis años. No parece gran cosa contado así, con tan simples palabras, si no fuera porque nada más empezar nos embarcamos en un carrusel de saltos en el tiempo, desde que se conocen hasta que afrontan la enfermedad de la niña, que provoca que nosotros también nos enamoremos de los tres y junto con ellos nos turnemos entre la risa y el llanto, expulsados de nuestras propias vidas.

Seguir leyendo

Visionado: ‘The Act of Killing’, de Joshua Oppenheimer. ‘Inclasificable relato de un genocidio’

the_act_of_killing-cartel-4990

Acostumbrados a los numerosos recursos narrativos que hoy en día ofrecen las nuevas tecnologías y la realización digital, llevamos años dejándonos llevar por películas documentales cuyo montaje y elementos de sugestión terminan por enturbiar o directamente anular el mensaje de fondo. Es una práctica que ha hecho del periodismo cinematográfico un peligroso y adornadísimo género que se balancea entre la ficción y la realidad y que en muchas ocasiones manipula al espectador con elementos que van más allá de la objetividad, como la música, la estética videoclip o la desorbitada aleación narrativa. Pero, ¿qué ocurre cuando no hay artificio, cuando solamente hay una cámara, no hay voz narrativa y se deja que los protagonistas se retraten a sí mismos? ¿Qué sucede si un hecho histórico olvidado en el tiempo resucita por boca de aquellos que lo provocaron y únicamente su testimonio genera un clima de terror en el que lo contempla?

Pasa entonces que encontramos una película tan estremecedora, surrealista y absolutamente novedosa como es el caso de The Act of Killing, producida por el maestro alemán Werner Herzog. Su artífice, el realizador danés Joshua Oppenheimer se trasladó a Indonesia para realizar un documental sobre el genocidio de casi un millón de comunistas cometido en este país tras el golpe de estado militar de 1965 y la llegada al poder del general Suharto. Para ello, contactó con los jefes, aún vivos, libres y considerados héroes de guerra, de los escuadrones de la muerte que llevaron a cabo los crímenes y les propuso realizar una película, mediante recreaciones ficticias de sus actos.

Seguir leyendo

Visionado: ‘Gravity’, de Alfonso Cuarón. ‘Para dejarse flotar en la belleza’


cinco estrellas

 
Para cualquier cinéfilo que se precie, no hay mayor satisfacción que darse cuenta de que está siendo testigo de un avance en la historia del cine. De que aunque su arrebatado disco duro de películas parece muchas veces no dar más de sí, existen momentos mágicos en que detecta que el cerebro está reaccionado a una belleza nunca antes vista. Gravity es ya esa nueva forma de soñar. Una odisea espacial repleta de originalidad, buen gusto y perfectísima técnica que se nos ha quedado grabada en la psique como esos cuadros que no puedes dejar de mirar por más que quieras.

Un atronador silencio desde el espacio, contemplando La Tierra a medias, en el que poco a poco se va escuchando una breve música y las primeras voces encasquetadas en trajes espaciales, componen uno de los arranques más impresionantes que hemos visto. Después, la cámara se acerca, se aleja, rodea y acaricia a los protagonistas: la doctora Ryan Stone (Sandra Bullock) y el comandante Matt Kowalsky (George Clooney), que trabajan en la reparación de un satélite durante una misión exterior. Tras esta breve presentación de dos personajes contrapuestos en personalidad, la gran experiencia audiovisual comienza cuando una lluvia de basura espacial impacta sobre ellos y ella queda a la deriva en el espacio.

Casi imposible resulta describir el cúmulo de sentimientos en zig zag, entre la maravilla y el terror, que se desatan a partir de ese momento. El mexicano Alfonso Cuarón, en estado de gracia tras reservarse para la ocasión desde la ya lejana y magnífica Hijos de los hombres, decide que el espectador se ajuste desde ese momento el traje espacial de la doctora Stone, metiéndonos y sacándonos de su casco, dándonos el vértigo de la nada, viviendo en ella, y no con ella, una space movie experimental, con una heroína a lo Major Tom que se debate entre sobrevivir o dejarse ir.
 
De esta forma se comprende que el argumento solamente sea una excusa para contemplar la angustia desde otra perspectiva. No es aquella que todo el mundo se empeña en comparar erróneamente con 2001: Una odisea del espacio, cargada de simbolismos y alegorías en las que Gravity apenas se detiene, sino más cerca de cualquier drama existencial, íntimo, donde la cercanía de la muerte hace que todo, incluso esa Tierra que da vueltas y que no dejamos de contemplar, sea un simple consuelo. El guion hace uso de algunos elementos afectivos, como el drama personal de la doctora Stone o el vínculo emocional con Kowalsky, para abundar en un sentimiento de angustia que las imágenes y la acción ya provocan por sí solas.
En la sugestión del espectador cumple un papel embellecedor una increíble banda sonora que casi percibimos como tercer protagonista. El compositor Steven Price ejecuta una astronómica partitura de tensión y épica que solo se silencia en contadas ocasiones, y que incluso vibra y sublima cuando creemos no escuchar nada. Crece conforme lo hace el deseo de luchar y sobrevivir, y se hace orquesta en un final a la medida de la película, cuando ayuda a que ese último contrapicado corporal nos haga sentirnos tan pequeños como grandioso es lo que hemos contemplado.
“Quien no arriesga no gana”, frase manida donde las haya, adquiere en esta película un significado más grande en boca de una Sandra Bullock embellecida en su naturalidad, a la que despojamos de toda su irregular carrera, sobre todo en ese plano fetal, uno de los más conmovedores de la cinta. Una historia para ver en pantalla grande, para dejarse flotar en la belleza, para soltarse de lo que nos ata y contemplar la existencia del mundo desde fuera del mundo, en órbita, sin gravedad y sin peso, donde la vida es imposible. Espectadores ligeros y caóticos. Casi libres.
A continuación uno de los muchos tráilers de la película y después una lista de reproducción de la fabulosa banda sonora:

 

Visionado: ‘Tú y yo’, de Bernardo Bertolucci. ‘Un instante de sinceridad cinematográfica’

cinco estrellas
Lorenzo tiene 14 años y sólo busca que le dejen en paz. Gracias a sus cascos de música, se aísla en un universo alternativo, más cómodo, a la medida de su inconformismo, donde los hits de grandes bandas del rock le apartan de un mundo que no entiende su enfado y su falta de ‘normalidad’ (aquella que podría acabar con él, sumiéndole en la ‘nada’). Un buen día, Lorenzo prepara su huida. Le dice a su madre que se marcha para disfrutar de la Semana Blanca de esquí, organizada en su instituto, pero en realidad, se encierra en el trastero del edificio donde vive con ella. Allí, rodeado de los muebles olvidados de una vieja dama arruinada quiere darse unas vacaciones, separarse de todo cuanto le rodea hasta que un zarpazo de realidad le hará despertar. Descubrirá su refugio su hermanastra (Olivia), una yonki a quien apenas conoce, y que encontrará, en el trastero, un buen lugar como cualquier otro para ocultarse,  pasar el mono e intentar retomar las riendas de su vida. 
 
Y ahí, en ese breve instante donde se produce el encuentro entre los dos hermanos, es donde surge la maestría de Bernardo Bertolucci, quien confecciona un pequeño drama sin arrogancia, donde los sentimientos se dejan ver con la espontaneidad y el arrebato propios de la juventud. Sin imposturas, sin situaciones que fuercen los momentos trágicos o los enfrentamientos… o el acercamiento entre los dos hermanos. Son dos extraños, al fin y al cabo, que apenas se miran desde sus propios abismos (bastante tienen con lo suyo) hasta que, por las circunstancias, acaban reparando el uno en el otro.
 
Hay cineastas que dan verdadero sentido al concepto de creación, pero a partir de la observación aguda del mundo que les rodea. Son personas que tienen el don, casi divino, de comprender el alma humana y de abrirla, de par en par, para que todos podamos entenderla con toda su diversidad y complejidad, con todos sus matices. Bertolucci tiene esa ‘rara’ sensibilidad. En Tú y yo, vuelve a sus viejas inquietudes, a la mirada nostálgica que le acerca a una juventud que añora con sus infiernos y sus promesas. Tomando como referencia sus últimos filmes, si en la fabulosa Soñadores, observaba cómo un trío de jóvenes experimentaba emociones y pensamientos durante el Mayo del 68, en su última película, recoge de la calle la tristeza de una muchacha que intenta recuperar, de forma patética, una vida que nunca tuvo y de un chaval, en el umbral de la edad adulta, con miedo a volar.
 
Esta pequeña pero perfecta obra del maestro italiano, no hubiera podido funcionar con el más mínimo error de casting. El realizador ha encontrado en Jacopo Olmoy, especialmente, en la impresionante joven Tea Falco a dos actores que han sabido conectar fácilmente con personajes llenos de retos y de trampas, de esas que podrían  haber dado lugar a clichés interpretativos. 
 
Como viene siendo ‘marca de la casa’, el film cuenta con una extraordinaria banda sonora donde se recogen temas de Muse, Red Hot Chilli Pippers, The Cure y Arcade Fire. Precisamente, es la versión italiana del tema Space Oddity (Ragazzo solo, ragazza sola), de David Bowie, la que logra un extraño ‘encantamiento cinematográfico’ en un momento cumbre de la película. Logra crear un instante de emoción absoluta entre dos personas que comienzan a comprenderse. Otra de esas rarezas que se producen, muy de vez en cuando, en el cine. Y es que es una de las secuencias más auténticas  que hemos podido ‘respirar’ en el Séptimo Arte.
Aquí tenéis un atípico trailer de la película (versión oficial), que nos deja un poco fríos, y la fascinante versión italiana del tema de Bowie.