Atado en corto: ‘Pitahaya’, de Albert Espinosa. ‘Cómo ser valiente’

1411486599102

No es fácil ser niño, por mucho que así queramos recordarlo. Y lo es mucho menos cuando a tan temprana edad nos enfrentamos a un reto desconocido hasta entonces: afrontar un acto heroico, por muy nimio que parezca a ojos de un adulto. De la infancia sabe mucho el escritor, guionista y director Albert Espinosa, este polifacético creador que se ha hecho mundialmente conocido por su fabulosa serie Polseres Vermelles (Pulseras rojas), dirigida en tándem con Pau Freixas y basada en su propia experiencia personal, y por amables y mágicas novelas como Todo lo que podríamos haber sido tú y yo si no hubiéramos sido tú y yo o Si tú me dices ven, lo dejo todo… pero dime ven.

Tras su incursión en la televisión y también en el cine con No me pides que te bese, porque te besaré, Espinosa ha recalado en el cortometraje con Pitahaya, protagonizada por el niño Rubén Sánchez, habitual de varios cortometrajes, y por el consagrado actor Francesc Garrido. Cuenta la aventura de un niño que acude de excursión con su clase a un mercado mayorista donde se verá enfrentado a una prueba de valentía.

Rodado en catalán, este sencillo cortometraje, que refleja la fidelidad de su autor con las causas tan cotidianas como relevantes, ha sido galardonado con el premio al Mejor Corto Narrativo en el Urban Film Festival de Nueva York, gracias al cual ha conseguido ser preseleccionado para la próxima edición de los Premios Oscar en esta categoría.

A continuación lo proyectamos con subtítulos en castellano, por si todavía a nuestra edad aprendemos, que nunca es tarde, a ser valientes:

Visionado: ‘La gran estafa americana’, de David O. Russell: ‘Extremadamente gris’

La-gran-estafa-americana-cartel

tres estrellas

No terminamos de comprender a David O. Russell. Tras tres años acudiendo puntualmente a su cita con la gran pantalla, que curiosamente también ha coincidido con su entrada ineludible, edición tras edición, en las candidaturas estrella de los Premios Oscar, nuestro asombro sigue intacto. Si con The Fighter y El lado bueno de las cosas pudimos comprender, hasta cierto punto, su calado emocional y chisposo, respectivamente, en el gran público, con La gran estafa americana no pasamos de defender su inmaculada corrección en un par de aspectos. Porque eso es todo lo que hemos visto: cómo hacer una película entretenida sin más. Eso no da para diez candidaturas. Eso ya lo son muchas películas.

Pero ahí está de nuevo. Una historia de dos estafadores de poca monta que caen en las garras de un atolondrado y ambicioso agente del FBI a finales de los años 70 y se ven obligados a participar en una pantomima de caza de brujas equivocadas. Una historia que arranca tan floja y tímida que cualquier golpe de efecto, por intrascendente que resulte, se agradece para intentar sentirse cómplice de lo que cuenta. Una historia en la que no conseguimos empatizar con casi ningún personaje, pese a notar todo el rato lo sumamente trazados que están sus estilismos, no sabemos si por causa de fuerza mayor o simplemente por el friquismo mal interiorizado con el que algunos conciben el fashion setentero.

Seguir leyendo