Aterrizamos en Mónaco en los años 60, momento en el que Francia y sus ansias expansionistas amagan con anexionar el Principado a su territorio. Por aquel entonces, Grace Kelly llevaba algunos años casada con Rainiero III e intentaba volver a Hollywood, pero a hurtadillas, a espaldas de su pueblo y de su marido. Y con la complicidad de un Alfred Hitchcock menos interesado en su regreso que lo que esta película quiere subrayar. Con estos mimbres, que bien pudieron valer para realizar una película entretenida, Olivier Dahan, director del fantástico biopic de Edith Piaf La vie en rose, intenta relatar un episodio biográfico de la maravillosa actriz norteamericana, que no despierta ningún interés.
Gracia de Monaco es ya una madre de familia que pretende hacerse a la vida de soberana y permanece alejada de todo cuanto había logrado por sus propios méritos. Además, comparte palacio con un marido ocupado y muy centrado en gobernar un país de opereta. (Por cierto, ¿qué demonios hace Tim Roth en la piel del anodino Rainiero?) Nos sitúa, en definitiva, a una Grace Kelly, carne de cañón para una crisis existencial de tipo vip. Sin embargo, cualquier asomo de conflicto emocional en la película pasa prácticamente inadvertido. Sencillamente, porque a nadie al frente de la producción le ha interesado lo más mínimo trabajar un poco el material dramático que tenía delante. Era más fácil recrearse en el glamour de una época, en un escenario y unas gentes que vivieron un momento de esplendor.