Hemos dejado casi para el final del año una de las películas más asombrosas que hemos podido ver en 2014 encuadradas en ese etéreo circuito independiente norteamericano. Sucede que no siempre es fácil encontrar las palabras que no solo reflejen fielmente aquello que queremos extraer de un film sino que además no lo adulteren. Las vidas de Grace es una experiencia tan conmovedora, delicada, honesta y transpirable que necesita poca justicia poética, salvo aquella que solamente cumpla el propósito de hacernos más intensamente humanos, como todos sus protagonistas.
Destin Cretton, cineasta conocido por su retrato de la escena indie de San Diego en I’m not a hipster, introduce sus lentes borrosas en Short Term 12 (el título original de la película), un centro de acogida de estancia corta para adolescentes desfavorecidos, conflictivos o en riesgo de exclusión social. Allí ingresan para buscar una oportunidad hasta cumplir la mayoría de edad. Desde la anécdota inicial de la película, conocemos a sus protagonistas, cuidadores del centro. Son la propia Grace y su compañero de trabajo y novio Mason. Y todo lo que piensan, sienten y padecen tiene un determinante incontestable: las vidas rotas de los chicos con los que tratan todos los días.
Grace (Brie Larson) tiene un pasado tan imposible de olvidar como de contar. Es introvertida, entregada y está muerta de miedo. Canaliza ese terror a través de su trabajo, de su implicación en los problemas ajenos, pero la llegada de una nueva adolescente al centro descolocará los cimientos con los que tiene atrapados todos sus demonios. Se enrocarán entonces sus actos entre lo humano y lo profesional. Estallará por los aires su capacidad para ser consejera y no víctima, y a través de un cuentagotas, “la chica más rara y preciosa” del mundo terminará por errar caminos para dar con la salida correcta. La cámara, inquieta durante toda la película, es ligeramente más cruel con ella, cuando tiembla con su indecisión y su dolor ante la posibilidad de ser feliz.
Junto a Grace, el reparto solo puede calificarse de perfecto, convirtiendo este breve cuento sentimental en una película de grandes personajes de los que curiosamente solo conocemos lo que podemos intuir o adivinar por sus breves frases y miradas. Mason (John Gallagher Jr., muy conocido por su papel en la serie The Newsroom) es el armazón moral y emocional de toda la historia, el que sustenta los silencios de su compañera y choca contra su negativa a desahogarse. Suya es la norma fundamental de que al final todo es tan fácil como “encontrar a alguien que te quiera”. Y en el lado de los adolescentes, Marcus (interpretado por el gran actor y rapero Keith Stanfield) protagoniza la escena más hiriente de la película a ritmo de un hip hop lleno de muerte, solo seguida del cuento del pulpo y el tiburón que apenas logra esbozar la recién llegada Jayden (Kaitlyn Dever). Y tan solo breves apariciones tiene el cohibido y traumatizado Sammy (Alex Calloway), pero colocadas con la maestría de quien sabe lo que sus carreras escenifican.
Puede que este tipo de películas sean intensamente tristes y aporten soluciones algo ambiguas o poco prácticas, de tan sensibles. En esa rama social de la adolescencia también verdaderas maravillas como Polisse o Precious dejaron que el reflejo del dolor jugara con el optimismo de manera azarosa, en lo que se supone que son los mejores años de nuestra vida. Las vidas de Grace en realidad es desoladora y piadosa, como esos acordes del compositor Joel P. West que acompañan a sus múltiples intimidades, pero por eso no deja de perseguirte. Lo hace como los trabajadores de Short Term 12 con los jóvenes que se fugan, desde muy cerca, acompañándote en la huida, aunque no puedan tocarte fuera de sus muros y solo confíen en que sepas que están ahí para ayudarte (para quererte) cuando lo necesites.
A continuación el tráiler y la pieza principal de la fabulosa banda sonora de Joel P.West: