Uno de los avales más reveladores con los que esta antología de seis historias ha llegado a España ha sido el masivo apoyo del público, tanto en su clamoroso recorrido por varios festivales como en su sucesivo estreno en salas comerciales. Porque Relatos salvajes ha despertado en todo el mundo esa necesidad de zafarse del letargo cotidiano, del hastío de un continuo dejarse llevar-reprimir-silenciar, para alzarnos como dueños de cualquier situación, aunque sea a través de la más exacerbada pérdida de control. Creemos que ahí reside toda su magnética esencia, en nuestros instintos animales, aquellos con los que su director y guionista Damian Szifrón ya se encarga de retratar a sus personajes en los créditos iniciales.
Coproducción hispano-argentina de la mano de los hermanos Almodóvar a través de El Deseo y del todopoderoso empresario porteño Hugo Sigman, la película se compone de seis historias vertebradas en torno al estallido mental, la gota que colma el vaso, la paciencia que encuentra su límite y el desahogo vital en aquellas situaciones que nos sobrepasan. Es un altavoz por el que vocear a través de toda su perturbadora violencia y un ejemplo de lo bien que le sienta al cine la comedia negra repleta de humor inteligente, astucia y un algo muy grande de esa magia que tiene el cortometraje cinematográfico cuando se pone al servicio de las necesidades humanas.
Ahí está como ejemplo uno de sus datos más curiosos: Szifrón, el “zorro” de esta obra maestra, ha querido rendir homenaje a los Cuentos asombrosos de Steven Spielberg, solo que impregnando de realidad cada una de las historias, o por lo menos consiguiendo que nos las creamos dentro de su radical propuesta, misión nada fácil cuando se trata de rodar situaciones extremas. Y no solo ha sobrepasado su propio homenaje cinéfilo, sino que deja tras de sí pequeñas pinceladas de otros experimentos parecidos que viajan desde los episodios de Alfred Hitchcock presenta hasta su lección magistral para otros compendios de relatos en la gran pantalla que lo intentaron y no pudieron, como la descabalada Four Rooms o la tibia Una pistola en cada mano.
Relatos salvajes es sencillamente una obra maestra porque no busca más que su propio desenfado, una especie de remisión de sus seis protagonistas (especialmente grandes Ricardo Darín, Érica Rivas, Rita Cortese y Leonardo Sbaraglia) a través del odio, la venganza y el hartazgo, al tiempo que critica de forma nada gratuita todo aquello que termina por destruir: las convenciones, lo establecido, la burocracia, la contención, el saber estar. Todo salta por los aires abriendo la puerta a un universo paralelo donde el ser humano reacciona (por fin) ante lo injusto, lo falso, lo salvaje, aunque para ello se lleve por delante al resto de los animales autómatas de la jungla de asfalto. Para ello, la cámara innovadora y desquiciada de Szifrón se convierte en un arma de precisión para descolocarnos el decoro y vestirnos con una media sonrisa que sabe a gloria en estos tiempos.
Pero aclaremos. No hay respuestas, misticismo ni inquietudes existenciales en ninguno de estos cuentos. Ni siquiera hace falta un contexto social o detalladas explicaciones para entenderlos. Es pura rabia desatada. Total y completo divertimento. Hay mucho “hasta los cojones”, mucho “hasta aquí he llegado” y ninguna complacencia con aquellos que apuestan por la conformidad y la anestesia social. Contra todo ello pelean un joven insultado y vengativo, una camarera enfrentada a su pasado, dos conductores enrabietados, un mártir de los parquímetros, un padre coraje dispuesto a muy poco y una novia-huracán. Lo hacen por todos nosotros, para nuestro disfrute y desahogo, dando más de una idea con la que no dejar para mañana aquello que no nos creemos capaces de hacer cuando nos tocan las narices a más no poder.
A continuación uno de los muchos (muy variados y engañosos) trailers de la película. Seguidamente, el tema principal del film, compuesto por el gran Gustavo Santaolalla: