Visionado: ‘Perdida’, de David Fincher. ‘Este hombre ¿podría? matarme’

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cuatro estrellas

Cada uno se hace sus propios almacenes vídeo-mentales. En ellos, somos libres de decidir qué películas o series vemos, cuándo lo hacemos, en qué orden o desorden, y conforme a qué actitudes y estados de ánimo. Y si de algo nos hemos dado cuenta a lo largo de los años es de que nuestra fascinación por algunos cineastas es mayor de lo que incluso pensábamos antes de escribir sobre ellos. Porque irrumpen saltándose esos límites que pretendemos poner, fronteras mentales que nos construimos para no ser inquietados en nuestros gustos. Y en esa liga va ganándonos David Fincher. En la de no dejarnos tranquilos pensando que un thriller es un thriller por esto, por aquello y por lo de más allá. Porque no se limita a cumplir unas reglas de protocolo y ajustarse el vestido para la ocasión. Para nada.

El cineasta norteamericano lleva casi dos décadas empeñado en retorcernos el cuello con su cínica visión de la perturbación social, la que guarda la apariencias y solo ve la luz porque alguien es capaz de adentrarse en su oscuridad. Perdida, su última y sofisticada criatura, es la lección magistral del nuevo thriller: una sinopsis que suena a tópica y sacada de los albores de Twin Peaks se convierte en sus manos en una historia socarrona, elegante, sangrienta y erótica, de muchas verdades y otras tantas mentiras, con una de las construcciones narrativas más inteligentes que se han realizado en los últimos años.

El director de Seven, El club de la lucha y Zodiac, traslada esta vez su inquietante foco psicológico a la desaparición de la aparentemente perfecta, bellísima y elegante Amy (Rosamund Pike), suceso que desata la histeria socio-mediática en un tranquilo barrio residencial cuando el indolente y extraño comportamiento de su marido, Nick (Ben Affleck) hace que todas las sospechas recaigan sobre él. Aunque Fincher se encarga de impregnar de honestidad el principio de la película, dejándonos ver parte de la verdad para nuestro cómodo posicionamiento moral, lo cierto es que nada resulta tan fácil. Con pistas que tropiezan unas con otras y con personalidades ambiguas exprimidas hasta la perfección del más puro psicoanálisis, el filme es una húmeda gruta por la que resbalar si vas de explorador avezado al intentar resolver esta pregunta: ¿hay respuesta para la frase de Amy “este hombre podría matarme”?

Basada en la aclamada novela homónima de Gillian Flynn, escritora de renombre encargada igualmente de su casi perfecto guion, Perdida es un drama irónico que juega con los condicionantes, con los los “podría ser” que casi nunca encuentran respuesta, y con un par de giros argumentales a través de los cuales su director (casi) consigue justificar su alargado metraje. Respira además un inesperado aire de clásico formal debido a la elegancia y admirable entrega de sus interpretaciones femeninas, lideradas por una inmensa Rosamund Pike que huele a Oscar, y seguida de Carrie Coon (en el papel de hermana de Nick) y de Kim Dickens (detective del caso). El inefable señor Affleck está simplemente correcto en un rol de bobalicón con fondo oscuro que no sabemos hasta qué punto ha querido ser explotado por Fincher, y la presencia de Neil Patrick Harris (el legendario Barney de The Big Bang Theory y futuro presentador de los Oscar) resulta tan magnética como desconcertante.

Las escalofriantes notas retumbantes del líder de Nine Inch Nails, Trent Reznor, repitiendo junto con el compositor Atticus Ross el tándem músico-ganador de La red social, son también buena parte de ese escalofrío mental y nada contenido con el que juega esta alegoría casi sádica del matrimonio, de la mutilación de sus secretos y mentiras, de los medios de comunicación y de la hipocresía social. David Fincher descompone a su sarcástica y apabullante manera cualquier composición mental que nos queramos hacer, con un resultado no apto para todos los públicos, sobre todo para aquellos que crean saber, altivos y limitados, lo que van a ver.

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