Ese Nueva York que todo lo permite, que acoge sin complejos cualquier situación disparatada, grupo étnico, pandilla de amigos o familia destartalada que queramos imaginar es también la excusa para meternos de lleno en el friquismo judío de sus muros. Aprendiz de gigoló se sirve de una de las mil millones de costumbres que conviven en una ciudad rendida a todos los tópicos, aunque trata de narrarnos una situación modesta que no busca mayor trascendencia que la diversión moderada y casi respetuosa.
Sin embargo, seguimos sin encontrar en la visión indi del actor y cineasta John Turturro la chispa adictiva con la que encandila a sus fans. Le acompaña esta vez el gran Woody Allen en el reparto, sin duda un tirón indiscutible de la película, interpretando a un librero en quiebra que convence a su amigo (interpretado por el propio Turturro) para sacarse un dinero mediante el negocio de la prostitución masculina. Un punto de partida fresco y con bastante gracia que apenas sobrepasa los veinte minutos de metraje ya que se descompone entre personajes carentes de cualquier magnetismo.
A riesgo de adentrarnos en terreno sexista, el caso es que resulta casi misión imposible imaginarse a Sharon Stone y a Sofia Vergara reclamando los servicios de un profesional del sexo. Otra cosa es que queramos considerarlo una broma del cineasta con sus propias fantasías sexuales. Pero en el lado contrario, el del descubrimiento del amor y la represión, tampoco Vanessa Paradis convence en su candidez, en un papel soporífero y estático hasta niveles de histeria espectadora.
Además, olvidándonos de esa atrayente, estimulante y alternativa banda sonora, uno de los elementos de la factoría Turturro, solo podemos reconocer al filme apenas dos gags que merezcan la pena y ambos protagonizados por Allen, en un papel de entrañable liante que al final tampoco consigue salvar ese aburrimiento que resulta imperdonable en todo lo que pretende ser astutamente disparatado.
Que Turturro nunca ha querido ser los hermanos Coen está clarísimo. Sus críticas sociales siempre han sido tan refinadas y simpáticas como carentes de mordacidad. Si en Illuminata o Romance & Cigarettes dejó traspasar una parte de esa intimidad extraña que caracteriza su visión del mundo, en Aprendiz de gigoló consolida esas rarezas pero sin conmover ni divertir, y con un guion repleto de socavones argumentales que creemos que no entienden ni los que dicen que sí.
A continuación el trailer y uno de los temas de su magnífica banda sonora: